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Quienes calman su angustia existencial enriqueciendo, generan fortunas de las que, indirectamente, se benefician los menos angustiados.
Por lo que entiendo, los seres humanos somos
mezquinos porque no tenemos otra alternativa y popularmente creemos que somos
solidarios porque tampoco tenemos otra alternativa.
La causa de ambas características que
aparentan ser opuestas, es que apenas podemos con la vida, somos muy
vulnerables, nacemos prematuramente, a todos tienen que ayudarnos para seguir
viviendo.
El instinto gregario no es una cualidad de la
que podamos enorgullecernos sino la consecuencia de que si estuviéramos mucho
tiempo alejados de los demás, pereceríamos.
En suma: somos naturalmente débiles pero
nuestra psiquis necesita pensar que somos fuertes para no enfermarse. Somos muy
egoístas pero necesitamos pensar que somos generosos, solidarios, dadivosos.
Sin embargo, ocurren cosas que nos permiten teatralizar,
representar, fingir que podemos dar, ayudar, donar.
En ese afán de compensar la debilidad que nos
caracteriza, muchas personas logran alterar su condición natural y comienzan a
tener más de lo que necesitan para vivir.
Efectivamente, sin perder la inevitable
debilidad, aquellas personas que suponen que con bienes materiales puede
enmendarse la debilidad de la especie, terminan convirtiéndose en
económicamente ricos.
El fenómeno se parece a quien se sintiera
menoscabado por su baja estatura y se esforzara para tener una gran colección
de zapatos con suelas muy altas.
De hecho, podríamos pensar que cualquier
posesión que exceda lo estrictamente necesario para vivir, está cumpliendo el
rol de compensar imaginariamente la carencia humana de la que todos somos más o
menos conscientes.
Esta angustia existencial que padecen algunos
(los ricos), los vuelve particularmente productivos, gracias a lo cual es
posible conservar un promedio de ingresos mínimamente aceptable, mediante la
redistribución que logran los Estados aplicando impuestos que financien las
políticas sociales.
Así los ricos angustiados ayudan a los pobres.
(Este es el
Artículo Nº 1.650)
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8 comentarios:
Quizás la mayoría de las veces que ayudamos, lo hacemos sin querer, sin darnos cuenta. Cuando queremos ayudar (o suponemos que queremos ayudar), a veces la embarramos.
Los menos angustiados por el dinero, nos angustiamos por otras cosas. Pero todos parece que necesitamos la angustia.
Es cierto que no podemos ufanarnos de ser solidarios. No es una virtud, es una necesidad. Cuando deja de ser una necesidad no se sostiene.
La vulnerabilidad inherente a la condición humana me despierta amor. Recordar mi propia vulnerabilidad y suponerla en los otros, me conduce a amarlos.
Para ser generoso es necesario sentirse fuerte.
Los donativos son el negocio mejor pago.
Creo que es peligroso tener mucho más de lo que precisás para vivir. ¿Cómo manejás entonces el instinto de supervivencia? ¿Se vuelve superfluo?
Algún día dejarán de ser necesarias las políticas sociales porque la sociedad sabrá cómo, qué y para qué, funciona.
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