Los «nuestros» nos aceptarán si no dudan de nuestra fidelidad, para lo cual siempre es útil demostrar la mayor intolerancia hacia «ellos».
Desde pequeños sabemos qué significa ser «traidor» (1),
es decir, alguien «que es más perjudicial de lo que parece».
Nuestro instinto de conservación observa con
detenimiento a todo aquel que podría ser tipificado como «traidor».
Desde muy
temprana edad el cerebro logra dividir la humanidad en dos grandes sectores a
los que denomina muy genéricamente «nosotros» y «ellos».
Alguien se
convierte en potencial «traidor» cuando no sabemos si pertenece a «nosotros» o
a «ellos». Alguien es «traidor» cuando determinamos que es uno de «ellos» que
intenta hacerse pasar por uno de «nosotros». También es «traidor» aquel que
perteneció a «nosotros» y ahora lo vemos como uno de «ellos».
La
xenofobia («Odio, repugnancia u hostilidad
hacia los extranjeros») (2) depende de una drástica delimitación entre «nosotros» y «ellos».
Los
«traidores» siempre provocan fobia, rechazo, hostilidad porque nuestro instinto
parece diseñado para tomar distancia de los que son diferentes: aspecto físico,
cultura, idioma.
Es posible
suponer que nuestra notoria debilidad está ligeramente compensada por esta
reactividad exagerada, con la que repelemos a cualquiera que no se parezca
físicamente (aspecto, voz, olor) a nuestra madre. Luego aceptaremos a quienes
se parezcan a nuestros familiares inmediatos, más tarde a quienes viven cerca,
a los compañeros de juegos y de estudio,
a los compañeros de trabajo.
La nitidez
que tengan los dos grupos («nosotros» y «ellos»), es imprescindible para
nuestra tranquilidad, estado de ánimo, productividad.
Colaboramos
con «nosotros» y competimos contra «ellos». La fortaleza de los vínculos con
los «nuestros» depende de cuan claras sean nuestras actitudes hacia «ellos».
Los «nuestros» nos aceptarán si no dudan de nuestra fidelidad, para lo cual
siempre es útil demostrar la mayor intolerancia hacia «ellos».
¡Lamentablemente, es así!
(Este es el
Artículo Nº 1.636)
●●●
10 comentarios:
A veces se puede ser traidor sin darse cuenta. De adolescente yo era una traidora por que comprendía más a los adultos que a mis pares. Eso determinó que a esa edad me quedara sola, sin amigos. Mi intención no era traicionar a nadie, sentía de determinada manera y creía en eso que sentía. Ser diferente me costó muy caro.
Los otros son siempre una incógnita. Forman parte del territorio desconocido. Tienen intereses distintos y hasta opuestos a los nuestros. También puede suceder que no conozcamos sus intereses. Por las dudas, como no hay mejor defensa que un buen ataque, simplemente prevenimos atacándolos.
Me gusta el pibe de la foto. Aunque supongo que ser novia de él me traería muchos problemas. ¿Por qué será que nos gustan las relaciones complicadas?
En los grupos siempre hay quienes sienten la tentación de romper las leyes de aislamiento fiel, para vincularse con los del otro bando. Quizá lo hagan por rebeldía o porque tienen buenas cualidades diplomáticas. El hecho es que son pocos los que logran hacerlo con éxito.
La fidelidad al grupo se comprueba con mayor contundencia en el ataque a los enemigos que en el respeto de los pactos y normas de la logia.
Los traidores nos ponen en situación de alto riesgo, por eso los combatimos, dejamos afuera o eliminamos. Cuando el traidor es más hábil que el grupo al que traiciona, su trabajo es muy calificado y muy bien pago.
Los traidores que habitan entre las cuatro paredes de tu casa son los más temibles. A veces siento que duermo con el enemigo.
Cuando los grupos familiares eran más grandes, el nosotros era más fuerte. Ese ¨nosotros´ daba otro sostén. La soledad se sentía menos. (Supongo).
En política los traidores a veces son tolerados y otras son juzgados sin piedad. Dentro del ámbito parlamentario predomina la tolerancia.
Sentir al extranjero como traidor es bastante ilógico pero comprensible. A veces la mano de obra extranjera es necesaria y otras veces es perjudicial para los nativos del lugar. Más allá de estas situaciones, el extranjero por lo general es visto con desconfianza. Esa desconfianza lleva a que lo tratemos con desprecio o a que lo adulemos para sacarle beneficios.
Publicar un comentario