martes, 16 de octubre de 2012

La corrupción de los funcionarios públicos



   
Los humanos conocemos y defendemos muy bien nuestra propiedad privada, pero desconocemos y nos importa muy poco la propiedad ajena.

La corrupción puede ser pública o privada. Quizá convenga reconocer que es la corrupción pública la única que nos llama la atención y que eleva nuestra presión arterial, especialmente cuando sentimos que no podemos evitarla, denunciarla, corregirla, moderarla.

La corrupción privada parece circunscripta a un pequeño grupo de personas que tienen problemas entre ellos, por ejemplo, los trabajadores que roban mercadería, los directivos que se estafan mutuamente, el uso de las instalaciones para beneficio personal.

En los artículos diarios que refieren a la pobreza patológica hago especial hincapié en las dificultades psicológicas que podrían afectar a los pobres patológicos, considerando que son ellos quienes tienen que modificar en algo su desempeño para poder erradicar de sus vidas esa escasez de bienes materiales que los mantienen con una calidad de vida inferior a la que desean.

Esta especialización en los problemas personales de los pobres patológicos queda justificada porque absolutamente todos los intentos que se hacen desde hace siglos, siempre prestan atención a la política económica de los pueblos. Opino que si un cierto punto de vista no da resultado durante siglos, sería prudente cambiarlo: por eso no pienso en asuntos macroeconómicos sino en asuntos microeconómicos (del individuo) y aplicando herramientas teóricas del psicoanálisis, lo cual nunca se había hecho hasta ahora.

Debo reconocer que la corrupción entre los funcionarios públicos es un hecho detestable pero si hace milenios que no cambia (como tampoco cambia la mala distribución de la riqueza), es porque lo que nos molesta no es la transgresión legal y moral sino nuestra envidia.

Aunque parezca extraño, los humanos conocemos y defendemos muy bien nuestra propiedad privada, pero desconocemos y nos importa muy poco la propiedad ajena.

Otras menciones del concepto «corrupción»:

                     
(Este es el Artículo Nº 1.701)

13 comentarios:

Gabriela dijo...

Es sabido que aquello que no nos incumbe directamente, a casi todos nos deja bastante indiferentes. La corrupción de los funcionarios públicos nos afecta a todos y por tanto nos enfurece. Claro que en general no nos enteramos, pero cuando sale algo a luz nos ponemos fulos.
Está bien que reaccionemos de esa manera, pero también nos podría servir la ocasión para aplicar la autocrítica. ¿Cuántas veces somos corruptos en nuestra vida cotidiana, en nuestro hogar, con nuestros amigos? ¿Estamos a salvo de la corrupción? Creo que no. Quizás no seamos del todo conscientes de nuestros actos de corrupción, en la familia, por ej. Apropiarnos de algo ajeno sucede con frecuencia. Nos apropiamos de la libertad de nuestros hijos más allá de lo necesario, así como lo hacemos con la libertad de nuestro cónyuge. Le robamos momentos de encuentro a nuestros hijos, sobrinos, padres. Ocultamos información, a veces con fines no muy loables...
Para cambiar las instituciones, quizás haya que comenzar por cambiar aquellas instituciones donde tenemos más posibilidad de incidir. Si estamos atentos a nuestras actitudes, es probable que traslademos ese modo de comportarnos a las instituciones más grandes.

Ernesto dijo...

Creo que el comportamiento que tenemos en nuestra vida privada no se traslada siempre a nuestro lugar de trabajo. Me estoy acordando en este momento de la película argentina ¨La Historia Oficial¨.

Evangelina dijo...

Usted dice en el videocomentario que quien no es corrupto puede ser cobarde y no necesariamente honorable. Estoy de acuerdo, pero con un matiz: no me parece que la mayoría evite la corrupción por cobardía. Pienso que la mayoría lo hace por fidelidad a su escala de valores, a su identidad.

Evaristo dijo...

La propiedad ajena puede causarnos envidia. Si la envidia nos invade, nos sentiremos autorizados a robar, malversar fondos, hacer uso indebido de bienes públicos, etc.

Anónimo dijo...

Debo asumir que me provocó mucha rabia, y esa rabia provenía de la envidia, cuando un compañero de una institución pública en la que trabajo dijo haber sido robado para quedarse con el ¨vuelto¨ de una compra, A mí me lo confesó como una gracia, y yo con hipocresía se lo festejé, pero la verdad es que me dio mucha bronca porque inmediatamente imaginé lo que podría haber hecho yo con ese dinero.

Morgana dijo...

Muchas personas te dicen ¨yo no conozco la envidia¨. Mmmm, poco creíble. No conocen la envidia porque no aceptan que la sienten.

Jorge dijo...

Otras personas hablan de la envidia sana. No sé a qué se refieren con envidia sana. Será que quieren decir que les gustaría tener eso o ser aquello, pero que no sienten ningún tipo de animadversión a esa persona.
Habría que ver si en realidad es tan así.

Olegario dijo...

Si la envidia entre hermanos es tan frecuente, no debe ser poco frecuente la envidia hacia cualquiera.

Ingrid dijo...

La envidia de la vagina o la envidia del pene, podría ser una matriz envidiosa de la que se derivan otras envidias secundarias.

Natalia dijo...

Las mujeres les envidiamos a los hombres lo que nosotras no podemos hacer y viceversa. Así que la envidia de una forma u otra nos acompaña siempre.

Leticia dijo...

Mi jardín lo tengo impecable, en cambio cuando voy a el parque tiro la basura en cualquier lado. Lo hago de manera automática. Estoy tratando de cambiar.

Mª Eugenia dijo...

¿En qué incide la corrupción en la pobreza patológica? ¿Ud. dice que robándonos unos a otros nos volvemos más pobres?

Daniel dijo...

Interesante pregunta. No sé... Si el robo, la corrupción, la envidia, se generalizaran, supongo que estaríamos destruyendo en forma recíproca lo que producimos. En ese sentido, esa forma de actuar nos empobrecería mutuamente.