¿Qué siente alguien cuando es estafado, cuando dedica años
de su vida a un proyecto que luego ve «morir»
inexplicablemente?
Pongámonos en el lugar de un trabajador que
compra un terreno y, cuando lo termina de pagar, inicia la construcción de la
vivienda que habitará con su familia.
Todo este emprendimiento está acompañado de
muchas horas de trabajo, de incertidumbres, de privaciones para generar
ahorros.
Finalmente la casa queda construida, todos sus
futuros ocupantes están realmente felices. Sobre todo quien soñó más con esa
realización siente en su interior un placer indescriptible.
Durante el primer fin de semana contratan un
vehículo y realizan la mudanza. Nadie para de hablar, de dar órdenes, de
protestar, de reclamar, de poner cara de enojo, de hacer denuncias reclamando
derechos que solo estaban en su imaginación: «Ese dormitorio es para mí. ¡Mamá! ¡Mirá lo
que está haciendo Leticia!»; «¡Norberto, no pongas esas cajas en cualquier
lugar que después soy yo la que no encuentra las cosas para cocinarles!»;
«Patricio, ¿podrías tener un poco más de cuidado con las puertas que no son
indestructibles?»
El
nerviosismo los pone tensos, pero la tensión proviene fundamentalmente de eso
tan emocionante que es llegar a realizar un sueño muy querido.
Cuando
tienen que pagar la primera cuota del préstamo, ya se sentían todos como si
hubieran nacido ahí. La vida normal volvía a sus rutinas, quizá olvidando
bastante pronto todo el esfuerzo que tuvieron que hacer.
Un sábado
de mañana la señora atiende el teléfono y queda petrificada por lo que le
estaban diciendo, llama a su esposo y este se pone pálido: El terreno que
creyeron haber comprado no pertenecía a quien se los vendió. Fueron estafados.
Algo de lo
que se imaginan siente quien se entera que su cónyuge ahora ama a otra persona.
(Este es el Artículo Nº 1.755)
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8 comentarios:
En el caso del terreno estamos hablando claramente de una estafa. Ahora, en el caso del matrimonio donde uno de los dos dejó de amar al otro, no podemos hablar de estafa. Mientras el amor existió entre ambos fue real y sincero. ¿POr qué acaba en uno de los dos y no en los dos al mismo tiempo? Eso es muy doloroso para el que es abandonado. Y quien abandona también siente dolor, pero mucho menos, claro.
Lo que sucede es que cuando ambos suscribieron el contrato matrimonial, se apropiaron el uno del otro. No tuvieron en cuenta que cada uno es cada quien. Que las vidas de ambos se iban a tocar en varios puntos y en otros iban a diverger.
Lo que siente alguien cuando ve un proyecto morir es una muerte en si mismo.
Podemos proyectar, es bueno y saludable. A veces los proyectos se concretan.
A pesar nuestro, o quizás por suerte, la vida se va jugando en el día a día. Los proyectos no son más que ilusiones, promesas. Esas ilusiones (las promesas no), nos dan aliento, sirven. Entusiasman nuestra vida. A pesar de eso es bueno tener en cuenta que sólo contamos con el presente.
Privarse en el presente pensando en el futuro es arriesgado. Mas no podemos evitarlo.
Las mudanzas son estresantes, todo cambio importante es estresante. Hay quienes manejan el estrés mejor. Por ej., si yo sé que voy a llegar tarde al trabajo, que me apure demasiado sólo cambiará en cinco minutos mi hora de llegada. No vale la pena apurarse por cinco minutos (salvo que pierdas algún beneficio extra por puntualidad).
Hay que saber aceptar las pérdidas, sobre todo las pequeñas y cotidianas. Pienso que así estaremos más preparados para soportar las grandes pérdidas. Y toda mudanza implica ganancias y pérdidas. Todo cambio de lugar.
Es bueno aceptarlo porque todo el tiempo estamos afectados por esos cambios.
Bueno, aquí va una voz femenina que va a centrarse en el cambio de hogar. Es doloroso un cambio de hogar, por más beneficios que nos traiga. El hogar guarda recuerdos. Todo refugio, todo vínculo de reciprocidad y acompañamiento mutuo trae pérdidas. Es así, no queda otra. No se puede jugar apostando a la ganacia absoluta.
Para la enorme mayoría de las madres es doloroso ver a un hijo tenso y no saber lo que le pasa.
Si tenemos suerte, un hijo te ama toda la vida, pero hay momentos en los que se vuelve impenetrable. Sus confidentes son sus pares. Los padres quedan afuera. Nos ven distintos, viejos, raros. No compartimos sus códigos. ¿Qué hacer?
Supongo que respetarlos profundamente.
Llegar a realizar un sueño muy querido es llegar a un punto culminante, es como llegar a la cima de una montaña. En el caso de la montaña, luego lo que viene es el descenso. ¿Siempre después de la cima viene el descenso?. Si fuera así sería muy triste. Capaz (quiero creer)que después de una cima existe otra y otra más.
La Campana de Gauss, basada en las estadísticas, nos describe los procesos normales. Ascenso, meseta y declive. Es triste pensar la vida en esos términos, aunque quizás sea realista. No sé.
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