La toma de presión, el uso de casco y de cinturón de seguridad, establecen de quién es el cuerpo supuestamente mío.
Los psicoanalistas
tenemos que ser desconfiados, especialmente de nuestro cerebro. Es con excesiva
frecuencia que nos encontramos rectificando conocimientos que antes dábamos por
acertados.
Todos los
intelectuales buscamos la verdad, pero nuestro cerebro se empeña en decirnos «¡¡Acá
está, la encontré!!», ... pero no, era una apariencia. Muy atractiva,
convincente, seductora, pero solo era un espejismo.
Por lo tanto, quienes nos dedicamos a pensar, tenemos que asumir una especie de paranoia profesional para no confiar nunca, para tomar cualquier
«evidencia» como una mera posibilidad, pero nunca como una roca dura sobre la
que se pueda construir un gran edificio teórico.
En suma: no creo casi nada de lo que dicen los libros, ni los
conferencistas, ni mucho menos los periodistas y demás difusores del saber. A
todos les creo lo mismo, es decir: nada. Sé que no es fácil vivir así, pero
parece que la suerte me asignó esta situación y trato de sobrellevarla como
puedo.
En otro artículo (1) les comentaba que la obsesión que
tienen los servicios médicos por tomar la presión, no es otra cosa que
establecer una radical asimetría entre el poder médico y los usuarios (los pacientes).
Al «tomarnos por un brazo fuertemente», queda establecido
«quién manda aquí», aunque la interpretación explícita claramente es otra muy
diferente.
Algo similar ocurre con la obligación que tenemos los
conductores de usar un cinturón de seguridad o los ciclistas y motociclistas de
usar un casco protector.
En los tres casos, el Estado se preocupa por dejar claro que
este cuerpo es de él y que me multará si no se lo cuido (con cinturón y casco).
En suma: «No soy mío, soy del Estado. El manda».
(Este es el Artículo Nº 1.761)
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12 comentarios:
Creo que es la segunda vez que se refiere a este tema de ¨los que nos cuidan¨; al menos la segunda vez poniendo como ejemplo el tema del cinturón de seguridad y el casco. Esta vez el artículo y el videocomentario me resultaron mucho más convincentes. No sé si es que mi cerebro se fue adaptando a su idea o si ahora aparece mejor explicada.
Me considero de izquierda y me cuesta mucho decirle esto: es posible sí que los gobiernos de izquierda jueguen un papel materno-paterno. Hablando de adultos que gobiernan a niños, pero también a otros adultos, la función parental desde el Estado, no parece la más adecuada. Y... ¿cómo seguimos?
Usted dice que el Estado multará a mi cuerpo si no lo cuido y yo leí ¨mutará¨. El Estado mutará mi cuerpo, lo hará cambiar.
Obviamente el estado nos hace mutar. A veces porque dejamos que él haga y deshaga a su antojo, mientras nosotros mutamos (no hacemos nada). También porque las políticas de estado generan cambios en nuestras vidas; cambios muy notorios o casi imperceptibles, pero genera cambios. Al menos tenerlo presente es un paso adelante.
Me gusta que me tomen fuertemente del brazo. Depende con qué intención.
Un Estado que nos deje hacer y deshacer a nuestro antojo, impone la ley de la selva.
Yo quiero juntar gente por facebook para pedir más ciclo-vías. Los ciclistas nos cuidamos pero desde los autos no nos ven. Aunque llevemos un chaleco fluorescente. Desde los autos los ciclistas somos más livianos que los peatones. Cuando voy en coche veo que los ciclistas son como hojas sueltas en equilibrio. Seres de dos dimensiones.
A mí ya me multaron por no cuidar los lípidos que van circulando por mi sangre. Entonces yo, en lugar de pagar la multa, saco a mi niño interior y me como un buen pan casero con manteca.
Ya llegó el día en el que médicos y usuarios del sistema de salud, superando toda discriminación y asimetría, se toman a golpes de puño en el pasillo del hospital.
Algunas personas ¨eligen¨ no creer casi nada y otras creer casi todo. Pero el miedo que está detrás es el mismo.
Quiero una roca dura sobre la cual construir mi edificio. Dicen que las hay. Lo dicen los que creen.
La ¨paranoia profesional¨ sirve también para dudar de cualquier evidencia o mera posibilidad... en asuntos personales, privados... digamos no-profesionales.
A usted le creo, Doc.
Los psicoanalistas no son desconfiados. ¡Son testarudos!
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