martes, 8 de abril de 2008

Justicia tributaria por mano propia

Hasta donde he podido averiguar, en casi ningún país democrático está permitido plebiscitar asuntos tributarios. Es un hecho demostrado que las personas no estamos bien dispuestas a pagar impuestos. Nos oponemos a su existencia, cuando existen tratamos de estar exonerados y cuando no ocurre nada de esto, los pagamos resignadamente, bajo protesta y tratando mal al cajero que tiene que hacer el trabajo sucio de cobrarnos.

Sin embargo, es muy grande la cantidad de personas que está dispuesta a ayudar económicamente a otro, con la diferencia de que este beneficiado por la generosidad es un ser querido y cercano al donante.

El amiguismo (tendencia y práctica de favorecer a los amigos en perjuicio del mejor derecho de terceras personas, según RAE) nos lleva a que prefiramos aplicar las políticas sociales directamente, sin la intermediación del aparato estatal. Aún cuando el gobierno de turno haya sido votado por nosotros y cuente con nuestro máximo apoyo, respeto, confianza y adhesión, igual preferimos eludirlo a la hora de entregarle nuestro dinero para que lo redistribuya entre quienes más lo necesitan.

¿Por qué todo esto? Una de la explicación es que no queremos entregar nuestra generosa colaboración gratuitamente. Sabemos que el aporte que podamos hacer equivale a nuestras horas de esfuerzo y a la abstinencia de darnos ciertos gustos y por eso el valor del dinero donado es cualitativamente superior a su valor de canje. Detrás de cada unidad monetaria hay trabajo, sudor, abstiencia, responsabilidad, esfuerzo, frustración, cansancio.

En suma: la mano que no se abre ante las arcas del Estado más solidario y responsable, se abre ante el pariente o el amigo necesitado.

Existe un motivo no menor. En el fondo (muy en el fondo) pretendemos que la donación sea una inversión. Alentamos la esperanza de que el beneficiado de nuestra solidaridad algún día nos retribuya (si es posible con creces o intereses) aquel gesto que originalmente pareció desinteresado y generoso.

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15 comentarios:

Anónimo dijo...

En dos cuadras vivimos la mayoría de mi parentela en la ciudad de Córdoba. Mi cuñado es quien tiene más riqueza acumulado porque la heredó de su padre, de su tía y además sabe cuidarla.

Excepto yo y mi madre, todos los demás le piden plata y él la presta pero excepto a mi madre y a mí, a los otros los trata con cierto desdén.

En las reuniones familiares sabe hacerse rodear por sus deudores, lo adulan, se ríen de sus chistes (que no son malos pero no dan para tantas carcajadas).

Con mi madre nos cruzamos miradas como diciendo "cómo se dejan comprar".

Anónimo dijo...

Totalmente cierto, no aguanto a los impuestos. Odio a todos los gobiernos, a las oficinas del estado, a los recaudadores.

Soy yo solo contra todos ellos. Tengo un solo ingreso y ellos son miles que vienen a pedirme para esto y esto otro, pero si no les doy, después me presionan, me amenazan, me castigan.

¿Qué diferencia tienen los organismos recaudadores con Al Capone? Muy fácil: Al Capone hacía lo mismo pero realmente dejaba tranquilos a sus "clientes" y la protección que le prometía después la cumplía a cabalidad. El estado sin embargo, dice que me va a dar una cantidad de cosas por todo lo que pago y no cumple ni con la mitad.

!Volvé Al¡ ¡Te extrañamos! Pensábamos que eras un mafioso pero recién ahora sabemos qué es ser mafioso de verdad.

Anónimo dijo...

Este artículo es un discurso racional, por eso es tan tramposo como los discursos éticos en los que uno sabe que no está de acuerdo pero que no encuentra ninguna forma posible de descalificarlo.

Hay que amar al prójimo, ser solidario, ayudar al caído, tener compasión, cumplir la palabra dada, y mil cosas más: Nadie puede estar en contra de eso, y por eso no se pueden rebatir con toda la fuerza que se merece porque son una sarta de disparates igual que este discurso racional donde se dice que el amiguismo y no sé cuantas cosas más.

Que no se pueda rebatir no quiere decir que tenga derecho a estar bien. Ni está bien ni se puede rebatir. Las dos cosas juntas.

Anónimo dijo...

Excelente la postura de Nastali, porque me doy cuenta de que es cierto eso de que a veces uno se queda sin palabras y parece que por ese único hecho el otro tiene la razón. No es cierto. Nos deja sin palabras una actitud alevosa, solapada, tramposa, enferma.

Si cuando se oye a un fundamentalista uno no puede decirle nada. Pero seguro seguro que por dentro está pensando que todo eso está mal, muy mal, y se queda atragantado por no poder demostrárselo.

Me parece muy liberador esto de poder decir un día: "No estoy de acuerdo contigo pero no te lo puedo demostrar y no me avergüenzo de que así sea".

Anónimo dijo...

Cuando yo me jubilé, el instituto previsional al que pertenezco nos dio unas charlas de inducción a la nueva etapa de nuestras vidas y recuerdo que ahí dijeron que tenemos que llevarnos muy bien con los vecinos porque en última instancia son los que están más cerca que los seres queridos.

Ahora que ya no trabajo, trato de participar en todas las tareas comunitarias de mi barrio y de mi complejo habitacional porque quiero que me conozcan.

Al leer esto que ud dice pienso que lo que estoy haciendo es hacerle caso a las recomendaciones de los panelistas y contratando con mi actitud una especie de mutual por si me pasa algo.

Me entretengo, estoy en actividad y genero créditos por si algún día los necesito.

A mi me parece que todo esto que hago está bien ¿alguien piensa que soy mezquino o calculador?

Anónimo dijo...

Lo que está mal es criticar el amiguismo, el clientelismo, el nepotismo y otras formas de conductas que lo único que hacen es reconocer que las personas pueden integrar un equipo con gente conocida. Estamos preparados para no aceptar a los desconocidos. Es nuestra mente enferma la que nos lleva a intentar tapar el sol con un dedo. ¿No es más fácil y honesto reconocer que las personas preferimos ampliamente a los conocidos, dentro de éstos a los que nos caén bien, dentro de estos, a los que amamos y dentro de estos a quienes más nos sirven?

¡Terminemos de una vez por todas con la hipocresía de decir que somos pluralistas y demócratas! ¡Terminemos de una vez por todas con la omnipotencia de que somos capaces de ser pefectos como los ideales que tomamos como factibles!

Anónimo dijo...

Hace ya cerca de un mes que visito este blog porque me dijeron que acá se trataba el tema de los traumas con el dinero.

Hasta ahora me pasa casi todo lo que acá se dice que puede pasar. O soy normalísima o sugestionabilísima.

También a mí me sucede que prefiero hacer justicia económica por mano propia. Es más: Me enfurece la gente que opina sobre cómo gastar el dinero que otro ganó.

Anónimo dijo...

Estuve más de 15 años militando para que ganara mi partido político. Tenía grandes expectativas para el día que eso ocurriera.

Las cosas se fueron dando de tal manera que ahora que ganó me observo consternado cómo no tengo ningún interés en pagarle los impuestos que me quiere cobrar.

Me parece que con todo lo que luché para que llegara al gobierno a mí y a muchos otros nos tendrían que exonerar, sin embargo los principales dirigentes parecen haberse olvidado que están donde están gracias a nuestro trabajo incansable.

Anónimo dijo...

Acabo de darme cuenta que para algunas personas cada vez que entregan dinero tienen muy a flor de piel todo le que les costó ganarlo. Quizás eso pase cuando en ese esfuerzo por ganar dinero la persona esté depositando cosas muy importantes para si mismo. Puede suceder por ej. que la persona se esté probando. Es muy distinto cuando simplemente se trabaja en un laburo que fue "el que surgió" se ganá lo que se gana pero sin mayores pretenciones y cuando viene un aumento es bienvenido pero no hay una búsqueda activa de progreso.

Anónimo dijo...

No me molesta pagar impuestos cuando los considero justos. Esto debe pasarle a muchas personas, no sólo a mi!

Anónimo dijo...

cuando tengo que ayudar a alguien de la familia, sólo porque es de la flia., aunque no se lo merezca, me da más bronca que pagar impuestos.

Anónimo dijo...

Tener la posibilidad de ayudar a un ser querido en algo tan concreto y necesario como es el dinero, me produce gran satisfacción. Además como fui enseñado en el "no esperar recompensa" , realmente lo hago con soltura y no mido luego las actitudes del beneficiado con respecto a mi. No me interesa su grado de agradecimiento. No , acá me estoy engañando a mi mismo, si me interesa que me traten en forma acorde a lo que doy. ¡Acabo de descubrir una fasceta desconocida de mi mismo en pocos minutos! Mi reconocimiento Licenciado.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Aristides. Además el amiguismo si fuese aceptado como algo positivo y deseable, fomentaría los lazos de amistad entre las personas ¿lazos interesados? ¡Pero si siempre son interesados! Estar interesado por algo no es pecaminoso, es un signo vital. Quien ya no se interesa por nada está a la espera de la tumba.

Anónimo dijo...

Acabo de recordar algo que dice un amigo muy querido "nadie mejor que el Estado como para saber distribuir de forma justa". Esta persona es un ser humano de bien y confía en que la mayoría somos bien intencionados, que las instituciones tiene sus defectos pero son necesarias, y que en definitiva la mayoría tratamos de ser buenos. Estoy de acuerdo con él ¡y cómo me gusta ser su amiga!

Anónimo dijo...

Es cierto que el dinero aportado es cualitativamente mayor a su valor de canje. La única salvedad que se me ocurre hacer es que algunos privilegiados tenemos la suerte de trabajar en lo que amamos y a veces nos parece hasta raro que se nos pague por eso. Pero, en verdad somos una minoría.