miércoles, 11 de junio de 2008

Gran colección de billetes vigentes

En el artículo de ayer El juicio divino me parece divino, comento que el dinero es cruel porque define fríamente cuánto vale cada cosa de una forma bastante inapelable y desconsiderada.

Si me dedico a la alfarería y pongo todo mi amor en conseguir los mejores materiales, en estudiar las técnicas usadas por mis colegas desde los etruscos para acá, tengo horas de insomnio pensando en nuevos diseños, invierto en las mejores herramientas y cuando voy a venderlo me dicen que pueden pagarme U$S 1.- por cada uno, con dos cheques diferidos a 60 y a 90 días, tendré ganas de llorar. (A propósito, no dejen de leer La Caverna de José Saramago).

Luego de que uno se da cuenta cómo las cosas que amamos profundamente son canjeables por muy pocas monedas, tan pocas que no alcanzan para comprar lo imprescindible, no se demora mucho tiempo en pensar que el dinero, si bien es definido como un medio de pago, en la práctica funciona de tal manera que es lógico convertirlo en un fin en sí mismo.

Si fuera un medio, yo podría pensar: «Haré este trabajo extra porque a mi hija le hace falta una campera que la abrigue cuando va al colegio», pero en tanto corresponda considerarlo un fin en sí mismo, el razonamiento será: «Trataré de tener todo el dinero posible para que a mi hija no le falta nunca nada».

Una vez instalada en nuestra cabeza la filosofía de que debemos esforzarnos por tener dinero, fácilmente perderemos de vista cómo fue que empezamos en este emprendimiento y estaremos acumulando papelitos que indirectamente podrán solucionarnos muchos problemas, pero no dejaremos de coleccionar papelitos.

Cuando la distancia mental entre el motivo original de ganar dinero y el motivo que se nos impuso sin que nos diéramos cuenta, es muy grande, tampoco esa colección de papelitos servirá para solucionarnos muchos problemas porque intentaremos no gastarlo pues equivaldría a perderlo.

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9 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo leí La Caverna y está buenísimo. Es un poco triste porque se trata de la lucha que tienen un padre y su hija para sobrevivir haciendo cacharros de cerámica pero resulta que los necogios con un supermercado le resultan ruinosos. Lo notable de la novela es cómo el lector arranca sabiendo cómo va a terminar y a pesar de eso Saramago nos mantiene interesados hasta el final. Este tipo sí que no compró el Premio Nobel que le dieron.

Anónimo dijo...

Me cuesta entender lo que quiere decir el artículo. Quizá, si a otros les pasara lo mismo que a mí, podría escribir lo mismo pero de otra manera porque ud cuando quiere es muy claro y aprendo cosas que antes pensé que no eran para mi inteligencia. Gracias y saludos como siempre.

Anónimo dijo...

Silvio, sabés lo que me parece, que lo que quiere decir es algo como esto: Vos comés comida para alimentarte, o sea que la comida es un medio para seguir viviendo. Si vos te dedicás todo el día a comer porque lo único que te interesa en la vida es comer, ya la comida para vos no es un medio sino un fin y te vas a venir gordo como un oso, lo cual te perjudicará. Entonces, donde yo pongo comida vos poné la palabra dinero, hacés los ajustes que correspondan y si entendiste lo de la comida entenderás lo del dinero. ¿Entendiste?

Anónimo dijo...

Estoy harto del tema dinero por eso quiero tener todo el dinero que hay en el mundo así dejo de pensar en él. Todos los días estamos hablando de lo mismo con mi mujer y es exasperante andar siempre corriendo de atrás.

Anónimo dijo...

Si alguno de uds quiere saber del ser humano, no pierdan el tiempo con el psicoanálisis. Saramago sabe una barbaridad del ser humano y además es muy entretenido leerlo. Tanto La Caverna como cualquier otro firmado por él. Son talentos que nacen sabiendo.

Anónimo dijo...

Si yo tuviera todos esos dólares que están en la imagen, pondría una oficina a todo lujo para que la gente viniera a plantearme negocios y hacerme socio.

Anónimo dijo...

Nunca había leído una explicación psicológica de la avaricia, ésta que usted propone me parece muy buena.

Anónimo dijo...

Me gustó el ejemplo de la campera. Queda bastante claro que muchas veces calificamos de egoístas a personas responsables, que se hacen cargo de su propia vida.

Anónimo dijo...

Me preocupaba tanto ganar dinero para que no me faltara el día que más lo precisara, que ahora ya lo tengo pero sigo luchando y no puedo quedarme tranquila.