domingo, 1 de junio de 2008

Quien paga, manda

Cuando vemos o escuchamos un programa que cuenta con empresas auspiciantes, debemos entender que los costos de la realización de eso que nos entretiene, nos instruye, nos informa, lo pagamos cuando compramos algún producto de esas empresas auspiciantes.

Quiere decir entonces que la sensación de gratuidad no es más que eso: una sensación. De hecho el costo de nuestro entretenimiento, instrucción o información está incluido en el producto que publicitan durante las tandas.

Suele suceder que alguna insatisfacción provocada por ese programa nos estimula para hacer llegar algún comentario, alguna sugerencia y quizá también alguna queja.

Los que realmente luchan en todos los terrenos por mejorar su calidad de vida, llaman o envían un e-mail a los conductores del programa para dar trámite a su inquietud. Los que realmente no luchan, sólo se quejan.

Esto está parcialmente bien. Lo verdaderamente eficaz es enviar un correo a todas las empresas auspiciantes con copia visible a los conductores del programa. Esto debe ser así porque son los que pagan esa producción (auspiciantes, anunciadores, fabricantes del producto que nosotros compramos con el costo de la publicidad incluido) los que deben estar enterados de su disconformidad.

El verdadero trato está entre los compradores y los anunciantes. Estos pagan a los medios de comunicación para estimular nuestras compras y el costo de ese estímulo lo pagamos nosotros. Si el estímulo que estamos comprando no nos satisface, debemos reclamarle a quien nos lo está cobrando y no a quien nos lo está entregando.

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19 comentarios:

Anónimo dijo...

Es verdad, no me había dado cuenta. En varias ocasiones he mandado mensajes que a veces me los leen al aire pero la mayoría no. Sin duda que si quiero que ellos mejoren algo que me sirve en su mayoría (porque algunos me dice: "Si tanto te molesta, por qué lo seguís mirando?" y yo respondo que más de la mitad está bueno, por eso me serviría más que mejoraran esa pequeña parte que me disgusta), tengo que hablar con los que puedan estar interesados en complacerme a mí, que no son los productores naturalmente.

Anónimo dijo...

Lo que dice Eduardo y el artículo tiene que ver con lo que nos pasa a los psicólogos cuando atendemos a un paciente cuyo tratamiento lo paga otra persona (un niño, p.e.): A veces una no sabe si tomar en cuenta o no las sugerencias y presiones que recibe de esa persona.

Anónimo dijo...

Tengo como un vicio con los noticieros. Me resulta imposible no mirarlos. He dejado cosas importantes para venir hasta mi casa a mirarlo. Esto es como una droga.

Anónimo dijo...

Rescato ese párrafo donde se señala que algunos luchan por su bienestar y otros sólo se quejan de lo mal que están. No sé como habrá sido antes pero a mi me cuesta muchísimo protestar ante quienes me molestan. Los aguanto como puedo y me alivia mucho encontrar otras personas que sufren de lo mismo que yo.

Anónimo dijo...

Lo que se propone acá me parece muy mal porque eso es ser buchón, soplón, batidor, no sé cómo se dice en otros países a quien denuncia.

Si yo protesto ante los anunciantes estoy complicándoles la vida a los trabajadores que hacen lo que pueden y si no me gusta, me las tengo que aguantar, pero es una pésima costumbre esa de andar denunciando al obrero ante su patrón.

Anónimo dijo...

Lo que dice Amelia me está pasando ahora con un chico que en la casa hace travesuras propias de un niño (el motivo del tratamiento es otro) y la madre, cada vez que viene a pagarme los honorarios me hace reclamaciones como si el chico fuera un electrodoméstico que no está funcionando tan bien como debiera. Yo le digo que los chicos dan trabajo pero que su hijo está teniendo progresos importantes, ella está de acuerdo, pero insiste en que yo se lo convierta en una planta.

Anónimo dijo...

En Buenos Aires protestamos hasta de más, sin embargo las cosas andan cada vez peor. Se vive mal, hay interrupciones de los servicios con demasiada frecuencia precisamente por las protestas, no se logran casi nada, son discursos que van y vienen. No estoy tan segura sobre la utilidad de una reclamación, sea hecha ante quien sea.

Anónimo dijo...

Hay dos corrientes de pensamiento en este tema (por lo menos). Unos piensan que es mejor tolerar los inconvenientes y esquivarlos en lo posible mientras que otros piensan que hay que tomar partido y tratar de mejorar lo mejorable.

Para mí están en lo cierto ambos criterios, sólo que habemos personas que preferimos uno y otras que prefieren el otro. Eso depende de cómo sea cada uno, pero no hay una forma correcta y otra incorrecta.

Anónimo dijo...

Mariano defiende una ética que me gustaba mientras tenía menos de 30 años. Después empecé a notar que mi amor incondicional por mis compañeros permitía que los peores (hay inservibles en todos lados) se aprovecharan de mi actitud solidaria y me tomaban por tonto. Ahí dije basta y cuando alguien me perjudica, me defiendo cerrando los ojos. Si un compañero me perjudica, él empezó primero y rompió el pacto de solidaridad que teníamos establecido por pertenecer a la misma clase trabajadora.

Anónimo dijo...

Sintetizando, el licenciado está diciendo que cuando uno compra un paquete de galletitas, está comprando eso que va a comer más el derecho a divertirse con un show que el fabricante está ofreciéndonos a todos sus clientes (y a los que se cuelan). Claro que yo sólo quería comprarle las galletitas y él me está vendiendo dos cosas en lugar de una, cobrándome por las dos aunque yo quería sólo las galletitas.

Me estoy poniendo boludo. La dejo por acá. Hoy es lunes y si empiezo así, al viernes no llego. jajaja

Anónimo dijo...

Mi pregunta ahora es: ¿Cuántos días a la semana trabajamos para los demás? ¿Cuántos días de la semana somos negritos africanos traídos por un proveedor de esclavos? ¿Habrá algún día al mes en el que yo pueda trabajar para mi?

Vladimir: somos dos los boludos.

Anónimo dijo...

Los hombres siempre fueron amantes de las noticias. En la época de las cavernas dicen que se reunían alrededor del fuego para pasarse información, chismes y creencias.

Anónimo dijo...

Eso de hacer reclamaciones y denuncias es una cuestión cultural. En mi país no tenemos una actitud participativa. Cada uno va y viene motivado por sus asuntos personales y muchas veces ni sabe quién vive al lado. Yo no me intereso ni por los asuntos de mi edificio y nadie me toma por una mala persona. Al contrario, creo que una mayoría aplaude a quienes no participamos en nada.

Anónimo dijo...

Al final el tema de las protestas está convocando a sociólogos, antropólogos, psicólogos. No necesitan una opinóloga? Soy buena en eso. No hay tema sobre el que no pueda emitir valiosas opiniones. jejeje

Anónimo dijo...

A principios del siglo XX, en Alemania, reinaban dos corrientes filosóficas: Por un lado estaban los que pensaban que el ser humano se construye batallando con fiereza y exponiéndose a mucho esfuerzo, sacrificio y riesgo y por el otro lado estaban los socialistas que entendía que ese criterio confrontativo era totalmente inadecuado, que había que buscar la cooperación, la confraternidad, la solidaridad y evitar la violencia, el sacrificio extremo.

Por lo que me parece, seguimos en la Alemania de 1900.

Anónimo dijo...

No logro entender qué ganan haciendo todos estos comentarios. ¿No tienen otra cosa más entretenida para hacer?

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con nadie!!! A mi me gusta protestar y creer que se preocupan por lo que les digo. Eso es la parte más divertida que encuentro en la televisión. Otra cosa que me gusta es escuchar cómo dicen mi nombre y mi edad.

Si llegaran a solucionar todo lo que está mal, me aburriría.

Anónimo dijo...

Estás amargado Javi. Mejorá esa cara!!

Anónimo dijo...

Cuando uno compra en una feria barrial, discute con el que vende, le pide que le cambie ese tomate que está aplastado y cambieme ese otro que está muy verde. En el mundo digital es lo mismo sólo que por e-mail. La distancia no implica desconexión. ¿O hay que estarse mirando para darse cuenta que del otro lado hay un semejante como el que vende en la feria?