Irrespetuosamente, solemos imponer nuestros gustos y criterios a quienes son humanamente felices con menos recursos de los que imaginamos imprescindibles.
Padecemos un prejuicio, firmemente instalado en el imaginario social, según el cual la pobreza es siempre desagradable, triste, desventajosa.
Quienes procuran el voto ciudadano, sistemáticamente apelan al pueril argumento de hacerles creer a su potenciales votantes que deberían vivir mejor, que se merecen mucho más, que hasta ahora los gobernantes anteriores no han hecho otra cosa que administrar la riqueza nacional en beneficio propio empeorando la calidad de vida de quienes viven mal.
¿Qué es vivir mal?
Esta calificación queda librada a lo que cada uno entienda aunque en la base de lo que cada uno define hay dos grandes frustraciones:
— no poder comprar todo lo que se desea,
— tener que cumplir órdenes.
Ambas frustraciones son infaltables cuando definimos vivir mal.
Los políticos (candidatos a gobernantes, líderes sindicales, religiosos), que procuran precisar el mensaje en pocas palabras, dicen: «con los otros líderes estarás mal y conmigo estarás maravillosamente».
El motivo de este artículo es precisar dos conceptos:
— Vivir incluye siempre molestias, mayores o menores, constantes o intermitentes, muy o escasamente dolorosas. Por lo tanto, cualquier auditorio, inevitablemente está mal, seguirá estando mal y desea creer que bajo ciertas condiciones, podrá estar mejor (lo cual, básicamente, es verdadero);
— Estar mal no siempre es algo que deseemos modificar. Quienes aprenden a disfrutar de la vida con muy escasos recursos, siempre enfrentando condiciones adversas, bajo condiciones de gran escasez, no siempre logran disfrutar sin estos «recursos».
Algunas personas se quejan de sus malas condiciones de vida sólo para obedecer (no contrariar, no defraudar, no sentirse anormales) a quienes le dicen «tú tienes que vivir con más recursos materiales», pero en el fondo, no saben ni desean tener más de lo que tienen.
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10 comentarios:
El Banco de Previsión Social otorga viviendas a jubilados y pensionistas de la franja más baja. Son apartamentos cómodos, iluminados, rodeados por espacios verdes. Una vez le pregunté a una de las adjudicatarias si estaba conforme con la nueva vivienda, a lo que me respondió: sí es muy lindo, pero a mí me falta tierrita (e hizo el ademán de barrer el piso).
Es difícil aceptar que de pronto uno no sabe tener más de lo que tiene.
Erróneamente se puede pensar que en la niñez o en la juventud vivíamos con mucho menos molestias. Sucede que las hemos olvidado. En todas las etapas de la vida tenemos que hacer sacrificios, soportar dolores, accidentes, enfermedades, vínculos difíciles, conflictos.
Concuerdo con Laura, pero hay una gran diferencia; a esas edades la muerte no forma parte del menú.
Lamentablemente Roque, son muchos los niños y jóvenes que viven con la muerte a su costado: los que padecen enfermedades graves, los que intentan recuperarse de un accidente importante, los que son agredidos o abusados.
Sin salud el dinero no se puede disfrutar. Vivir mal empieza por padecer un grado de enfermedad elevado.
En el colectivo puse un cartel que dice: no tengo todo lo que quiero pero quiero todo lo que tengo.
De qué me serviría tener todo, si no soy capaz de disfrutarlo?
Lo que dice Carlos coincide con el planteamiento final del Licenciado, es decir, no saber tener más de lo que se tiene.
Todo depende Lucas, que te alcance el tiempo que te queda libre para disfrutar. (dando por hecho que se tiene aquello que se ganó trabajando)
A veces nos quejamos para tener tema de conversación, nomás.
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