Siempre queremos vivir y estar cada vez mejor pero a veces aparecen sentimientos autodestructivos, temores a la ruina económica, miedo a perder la cordura o vértigo, que sugieren la existencia de un preocupante instinto de muerte.
Por regla general siempre buscamos estar bien, no retroceder en nuestros logros, disfrutar de más confort, mejor calidad de vida, aumentar nuestra estabilidad física, emocional, económica, sentimental.
Pero esta «regla general» tiene excepciones que la confirman.
Efectivamente, cuando estamos enfermos solemos padecer además una fuerte regresión que nos hace más dependientes, solicitamos cariño, ternura, afecto, mimos, consentimientos.
Los profesionales de la salud suelen alinearse con esta demanda y comienzan a dirigirse al paciente con abundancia de diminutivos (le daremos un pinchacito, tómese esta pastillita, ahora el cirujano le hará una pequeña trepanación en el cráneo) y tonos de voz más adecuado para un niño que para el capataz enfermito de una cuadrilla de forzudos estibadores del puerto.
Por lo tanto, casi siempre queremos mejorar o al menos conservar, con excepción de algunos casos en los que preferimos retomar etapas de nuestra evolución ya superadas (aniñarnos).
Sin embargo los filósofos, que se dedican a pensar sobre cómo pensamos, han detectado hace siglos que en el ser humano conviven dos instintos: el de conservación y el de destrucción.
Aunque suene paradójico, nuestra psiquis está programada para conservar nuestra vida sea como sea aunque también incluye deseos de muerte.
En otras palabras, todos albergamos alguna idea suicida que sólo en unos pocos afectados por una enfermedad psíquica terminal, llegan a realizarlo (depresión mayor o melancolía, por ejemplo).
Este extraño instinto autodestructivo podría ser el cimiento del temor a la ruina económica que a veces nos ataca y que se parece al vértigo: esa terrorífica sensación de que un loco deseo nos impulsará a tirarnos al vacío.
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9 comentarios:
Ahí tenemos otro aspecto en el que nos superan los monos. Ellos no tienen vértigo.
Lo de la cuadrilla de estibadores y la trepanación de cráneo con diminutivos... mire que usted es cómico!
Cuando un hombre le dice a una mujer que ella es su consentida, es adorable, pero la está poniendo en el lugar de niña.
El poder de destrucción nos confirma que somos capaces de crear, nos adueña de lo que creamos.
En algunos casos llegué a amargarme porque ese loco deseo de saltar al vacío no se me animaba.
El temor a la ruina económica está siempre, pero se vuelve terrorífico cuando se acerca la vejez.
De pronto es ese temor del que habla Fernando y retoma Madelón, el que nos lleva a guardar y acumular objetos, por si acaso algún día los llegáramos a necesitar.
No estaré en regresión permanente? Yo siempre solicito mimos, cariño, ternura.
creo que el deseo de saltar al vacío cuando subimos a una altura en tren de paseo, es un deseo inconsciente de formar parte de esa nada, de desaparecer no creo que en ese momento de fascinación lo sentimos como autodestrucción, es como una situación de hipnosis ante algo que nos convence de una situación ideal para alejarnos de todo lo que nos apremia (en ese momento no razonamos que terminamos hechos pedazos en un despeñadero por ejemplo y que nuestra familia quedará muy consternada o no ja ja)
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