El amor y el erotismo son fenómenos presentes en los asuntos económicos pero ignorados prejuiciosamente por los economistas.
Hace años estoy interesado en buscar las causas de por qué tantas personas se quejan de la escasez de recursos materiales con los que cuentan. Ellos suelen preguntarse «¿Qué es lo que estoy haciendo mal?»
A lo largo del tiempo mis reflexiones han parido más de mil artículos en los que busco la respuesta tratando de alejarme de todos los caminos que la humanidad ha utilizado hasta ahora.
Por ejemplo, rechazo metódicamente todo lo que pueda ser catalogado como «sentido común» porque supongo que este no hace más que reafirmar lo que siempre se creyó, sin distingos entre verdades científicas, mitos, supersticiones, prejuicios, eslóganes publicitarios.
Sin embargo, es interesante tener en cuenta el «sentido común», expresado habitualmente en forma de proverbios, refranes o dichos populares, porque es probable que esa manera de utilizar la inteligencia forme parte de las causas por las que tantas personas no pueden mejorar su posición económica.
No hace mucho tuve oportunidad de enterarme de los trámites hereditarios provocados por un señor que poseía algunos bienes y muchos «¿vienes [conmigo]?»
Me refiero a los lazos afectivos que todos tenemos y que lideran sigilosamente las decisiones económicas de nuestras vidas.
El liderazgo sigiloso está causado por dos grandes motivos:
1) Porque nuestra cultura —expresada en el «sentido común»—, afirma «prejuiciosamente» que los afectos no tienen nada que ver con el dinero; y
2) Porque nuestra cultura —expresada en su moral—, condena ciertos vínculos, intereses, lealtades, sueños, sin los cuales alguien no podría ser tan productivo, como es buen ejemplo este señor que al fallecer permitió saber cuántas personas lo amaban, lo necesitaban, vivían gracias a él.
En suma: El psicoanálisis tiene mucho para decir de economía.
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12 comentarios:
Me dejó con las ganas de conocer la historia de la persona a la cual alude.
Pienso que tiene un enorme valor su búsqueda más allá de lo que ya han pensado otros. No porque los otros caminos propuestos no sean valiosos, sino porque evidentemente no alcanzan.
Por otro lado, se requiere una gran valentía para llevar adelante una búsqueda como la suya y mucha constancia; valores que ud ha demostrado tener.
Rescato lo que ud comenta respecto a los refranes. Sin duda revelan una forma de pensar y analizarlos nos dice mucho acerca de nosotros mismos.
Es un lugar común decir que el amor no se demuestra con dinero. Esta es una verdad a medias. En realidad deberíamos decir que el amor no se demuestra sólo con dinero. Este último representa trabajo, esfuerzo, tiempo de vida. Cómo no va a ser una forma de amor entregarlo?
Quién es el señor de la foto? Me gusta su sonrisa.
Sé que lo que voy a decir no tiene mucho que ver con el artículo, pero abusando un poco de la oportunidad, lo voy a decir igual. Me gustaría dejar consignado en mi testamento un objeto para cada una de las personas que quiero o he querido a lo largo de mi vida. Hay personas a las que ya no quiero más, pero igual siento alegría y gratitud por el tiempo en que nos unió el cariño. Sería una forma de volver a decirles que los quiero y de pedirles que me recuerden.
Vínculos, lealtades, intereses en común nos hacen más productivos. Lo repito para reafirmarlo. Junto con ud. creo que es así.
Es muy agradable que un amigo te pida compañía cuando tiene que hacer algo que le resulta difícil. En esos momentos me siento muy honrado.
Agua fresca.
Pan recién hecho.
Hogar.
Amor y alegría.
No mucho más.
Y nada menos.
Si hiciéramos el catálogo de los pensamientos que tú rechazas, para luego prohibir las prácticas que esos pensamientos promueven, viviríamos en un mundo mejor, sin dudas.
Siempre se creyó que el dinero era mucho más sucio que cualquier otro objeto de los que pasa de mano en mano. Parece que sólo nos centráramos en el dinero corruptor y olvidáramos lo que hace el dinero la mayor parte del tiempo: producir.
Alguien camina alejándose de los viejos caminos, y encuentra frutos exóticos. Pronto los recoge y los lleva a su casa. Quiere probarlos él antes -por las dudas- para después dárselos a otros que también los deseen comer.
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