La pobreza patológica es un concepto válido en una cultura neurótica y consumista, pero no tiene validez universal.
Desde hace tan sólo cuatro años me dedico a encontrar las posibles causas de la pobreza patológica.
Una definición que guía esta búsqueda parte de entender que algunas personas son pobres porque quieren y otras porque no tienen más remedio.
Los pobres patológicos no quieren serlo y la patología refiere a que su esfuerzo por salir de ese estado (curarse) es insuficiente, ineficaz o contraproducente.
Para poner el concepto en fuerte contraste y pueda ser más fácil de percibir, ayer introduje una idea muy sencilla pero nueva para mí: el enriquecimiento patológico. (1)
El motor de nuestra existencia es la angustia. Cada vez que nuestro instinto de conservación percibe que se acerca un peligro, nos angustia como señal de alarma para que nos aprontemos para combatir, defender, evitar.
Como todos somos parecidos pero no iguales, nuestros aprontes angustiados son también un poco diferentes de una persona a otra.
La pobreza sana (no patológica) puede ser la consecuencia de un elevado estado de salud mental, entendiendo por tal aquel que reacciona con realismo y proporcionalidad.
Si entendemos que el enriquecimiento patológico es la actitud neurótica de huir alocadamente de la incertidumbre propia de una realidad que no podemos controlar, que nos gobierna y nos determina, entonces lo que nuestra cultura llama pobreza (tener exclusivamente los bienes materiales suficientes para vivir dignamente) no es más que la respuesta no neurótica (saludable) a la incertidumbre propia de estar con vida.
En suma: los conceptos de salud y enfermedad son altamente culturales. Un psicótico en una cultura puede diagnosticarse como un místico en otra y como un maravilloso artista en otra. En la cultura occidental tenemos establecido que ciertas carencias materiales (pobreza) son patológicas, indignantes, curables.
(1) Obesidad y enriquecimiento patológico
●●●
8 comentarios:
Una persona que tiene todo lo necesario para vivir dignamente, aunque no posea todo lo que desearía, es según su criterio, un pobre patológico?
Hace cuatro años que el Licenciado está explicando lo mismo y la gente que lo sigue habitualmente, todavía no entiende. Qué horror.
No soy muy místico pero mastico bien y algunos me dicen que soy un artista.
A mí me educaron transmitiéndome que la pobreza era una virtud. Después salí al mundo y vi que nadie quería ser pobre.
Ahora que comprendo que el enriquecimiento que va más allá de lo que necesitamos para vivir dignamente, es patológico, dejaré de soñar con un patrimonio de 1 millón de dólares.
Pienso que hay situaciones en las que se quiere crecer económicamente, mucho más allá de lo que se precisa para vivir, pero porque el objetivo es invertir en emprendimientos que involucran a muchas personas. Ahí la riqueza patológica no se deduce de los montos invertidos ni de las ganancias obtenidas. En todo caso surge de la mala distribución de la riqueza generada, que va para los inversores pero no llega a los trabajadores empleados. Pero acá estamos frente a un problema de organización social, un problema estructural, no es un problema individual de los grandes capitalistas.
Es bueno adquirir objetos que nos embellezcan la vida, o nos la hagan más confortable. Pero muchas veces compramos bajo la presión de una especie de desasosiego. En general no se trata de grandes gastos, compramos chucherías que en el momento nos atraen pero que no deseamos realmente. Este comportamiento tiene algo en común con la necesidad de gratificarse con comida. Antes de comer te imaginás que vas a darte el gran festín, que vas a disfrutar un montón, pero luego, si las cantidades son desmedidas, lo que se había imaginado como placentero termina provocándonos malestar, deseos de expulsar todo eso que hemos incorporado con expectativa desmedida. Este tipo de consumo, sea de comida, ropa, artículos para el hogar, etc, busca llenar un vacío que surge del malestar que sentimos respecto de nuestra propia vida. No estamos conformes, estamos algo vacíos o muy vacíos y hacemos intentos por solucionarlo. Sabemos que no va por ese lado, pero cada tanto caemos en lo mismo. Quizás intentemos repetir obsecadamente, la sensación de plenitud de nuestros primeros meses de vida, cuando el hambre nos era saciada, pero ahora la barriga llena no alcanza para saciarnos. O buscamos reproducir la alegría que sentíamos de niños cuando nos regalaban un juguete, y olvidamos que una blusa o una batidora no nos van a servir para estar felices todas las tardes, como cuando éramos chicos y salíamos con los chiquilines del barrio a andar en bicicleta.
Mi estado de salud mental es tan elevado, que en realidad no lo veo.
Publicar un comentario