viernes, 26 de agosto de 2011

La tolerancia a la saciedad

Nuestro patrimonio está determinado por cuánto podemos poseer sin perder las ganas de vivir, es decir, sin perder necesidades y deseos estimulantes.

Pueden surgir nuevas ocurrencias (hipótesis) si una idea conocida la formulamos (redactamos) de un modo diferente al clásico.

La nueva redacción de una idea antigua dice lo siguiente:

Todos somos igualmente ricos o pobres si para determinarlo nos fijamos en el nivel de saciedad y no en el valor patrimonial expresado en dólares.

Parto de la base de que Descartes estaba equivocado y que no existe un cuerpo y un espíritu, sino tan solo un cuerpo que produce manifestaciones tangibles e intangibles respectivamente.

En el supuesto materialista de que somos un organismo biológico que funciona de una determinada manera (fisiología), es posible afirmar que la necesidad o el deseo son manifestaciones dolorosas imprescindibles para que el fenómeno vida ocurra el mayor tiempo posible (1).

Por lo tanto todos necesitamos padecer las molestias provocadas por las carencias (necesidades o deseos).

Nos diferenciamos en que ese dolor es distinto para todos y en que la tolerancia al dolor también es diferente.

Lo único importante es conservar al individuo y a la especie (2), o sea que lo único importante es conservar la vida y como esta depende de que sintamos las molestias de la carencia (necesidad o deseo), todos tenemos la carencia que necesitamos.

Si lo imprescindible es tener una carencia mínima que nos excite el fenómeno vida, algunos conservan la carencia con un patrimonio de U$S 1:000.000 pero otros la conservan con un patrimonio de U$S 100.-

En caso de exceder esos topes patrimoniales el sujeto pierde a mediano plazo el interés por vivir (necesidad o deseo), se deprime, deja de producir y si no disminuye su patrimonio hasta el máximo necesario, algo le ocurre (enfermedad, accidente, suicidio) que lo mata.

(1) Los pensamientos narcóticos
(2) Sobre la indolencia universal

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12 comentarios:

Evangelina dijo...

Es simple: todos somos iguales ante Dios.

Orosmán dijo...

Una parte muy importante del patrimonio de todo sujeto es su amor propio, la estima que tenga por si mismo, la conformidad con lo que es y lo que tiene.
Si por algún motivo esa autoestima se desmorona, el sujeto deja de producir, se deprime, pierde confianza, se abandona y deja guiar por otros. Entonces su vida ya no le pertenece, y de alguna forma es como si estuviera muerto.

Rosana dijo...

Estoy necesitando aumentar mis ingresos. Ya mismo podría ponerme en campaña para lograrlo, pero me dejo estar. En parte es el miedo al cambio (ajustar horarios, perder horas de tiempo libre, cansarse más, la posibilidad de que el nuevo trabajo no me guste, o que no funcione y termine generando gastos y no ganacias, etc) y también porque así como estoy me las voy arreglando. Pero me las arreglo con lo imprescindible y quiero más.

Iris dijo...

Me pasa algo parecido a lo de Rosana. A mí lo que me da más miedo es desmoronarme ante la exigencia.

la gordis dijo...

Yo para saciarme siempre necesito repetir.

Lola dijo...

Yo también gordis...

Yenny dijo...

Tuve una época en que no sentía deseo de comer. Sólo ver la comida y sentía asco. Hasta la necesidad de tomar agua casi había desaparecido. Por poco me muero. Así que entiendo muy bien su planteo de que es necesaria la manifestación dolorosa de la necesidad, para que la vida ocurra.

Tiago dijo...

Me cuesta creer que las personas extremadamente ricas pierdan el deseo de vivir. Pueden hacer montones de cosas relacionadas o no con el dinero. Por más dinero que tengan no se van a sentir saciadas. Hay que estar muy enfermo como para sentir que no te falta nada.

Verónica dijo...

No hay saciedad más linda que la de hacer el amor, comer y acostarse a dormir la siesta, mientras afuera llueve y hace frío.

Hugo dijo...

Se pone complicado cuando poseer mucho dinero te llena de obligaciones y responsabidades que no podés delegar o asumir.

Chapita dijo...

Mi cuerpo es normal. Produce manifestaciones tangibles e intagibles. A veces hace que vea cosas que los otros dicen que no están. Pero mi cuerpo sólo hace lo mismo que el resto de los cuerpos, sólo que yo veo lo que está en mi cabeza, y otros no.

Lautaro dijo...

Podría decirse que la gente no vale por lo que tiene, sino por lo que es: crónicamente insaciable.