domingo, 5 de agosto de 2012

El placer inmediato de frustrar a otros



Nuestras actitudes están determinadas por alguna remuneración (estímulo, gratificación, salario). A veces preferimos cobrar dinero y otras no.

Es normal que cuando somos pequeños (entre dos y treinta años), nuestras mentes segreguen deseos, aspiraciones, necesidades, anhelos, antojos, caprichos, ocurrencias, que estén sistemáticamente opuestas a los intereses del colectivo al que pertenecemos.

Por ejemplo: deseamos comprarnos ropa nueva y nuestros padres se oponen; queremos conducir el automóvil de la familia y algunos inspectores de tránsito malhumorados podrían multarnos si no tenemos licencia para conducir; deseamos hacer una ruidosa fiesta en nuestro apartamento que integra un gran complejo habitacional, y uno o varios vecinos nos demandarán por «ruidos molestos».

De estas desventuras, nunca deduciremos que cometemos errores sino que los demás tienen mucho más poder que nosotros y que lo usan malintencionadamente, es decir: ABUSAN.

A continuación, nuestras mentes llegarán a una conclusión definitiva: el poder está en quienes frustran; o dicho de otra forma: para sentir las embriagadoras sensaciones que produce el poder, tenemos que frustrar a otros. Es precisamente en ese acto casi sexual donde podemos sentir las sensaciones voluptuosas de poder, como si se tratara de un orgasmo.

A partir de esta conclusión, la conducta quedará diseñada para «consumir poder» (como si fuera cualquier otra droga proveedora de placer), mediante el sencillo método de frustrar a todos quienes podamos frustrar.

Lo que ocurre entonces es bastante lógico: nuestra mente elegirá en cada caso de qué forma obtiene más beneficio:

— si dándole satisfacción a las demandas ajenas, a cambio de alguna remuneración económica o,

— frustrando la satisfacción de las necesidades y deseos, a cambio de una remuneración inmediata consistente en sentir la satisfacción que provee el poder.

Como vemos, nuestras actitudes están determinadas por la remuneración (estímulo, recompensa, gratificación, honorarios, salario). Falta determinar si  preferimos cobrar dinero o no.

(Este es el Artículo Nº 1.630)

12 comentarios:

Carolina dijo...

Muy cierto, Doc. Y creo que lo más común es disfrutar del poder sin cobrar dinero. Nos damos por remunerados por el placer de ejercerlo.

Lautaro dijo...

La conclusión que saco es algunos seguiremos siendo pequeños toda la vida.

Lola dijo...

A veces me gusta sentir el poder dándole gratificación a satisfacciones ajenas que a su vez me gratifican.

Morgana dijo...

Los que no preferimos cobrar dinero o somos muy calculadores y diplomáticos o tenemos crematofobia (era crematofobia, no?)

Damián dijo...

Antes de los dos años nuestros antojos, caprichos y ocurrencias, resultan bastante simpáticos. A partir de los conflictivos dos años, comienzan a resultar insoportables.

Javier dijo...

Nos gusta hacer todo lo posible para enfrentarnos al colectivo de pertenencia. Y también hacemos lo contrario: todo lo posible por ser aceptados. Depende de qué humor estemos ese día.

Tiago dijo...

Siempre la culpa la tienen los otros. De eso casi nunca nos cabe duda.

Daniel dijo...

A menudo los otros usan su poder para abusar de nosotros. Sin embargo nos conviene un poco dejar que abusen. Algún beneficio secundario sacamos.

Carlos dijo...

Creo que frustrar y complacer forman parte del acto sexual, lo hace excitante.

Mirna dijo...

El sexo en general no se da si no existe excitación, Carlos.

Carlos dijo...

No creas Mirna... Lo digo mas bien por uds. las mujeres.

Esteban dijo...

El poder es como una droga. Cada vez necesitás dosis más importantes para satisfacerte.