La espiritualidad puede ser el
desenlace de una fuerte represión sexual que alcanza inclusive a los cobros en
dinero.
Aún reconociendo que más de la mitad de lo que
se dice en Facebook es falso, son muchas las personas que parecen muy
espirituales.
Aunque la espiritualidad tiene buena prensa,
algunos sienten que esa es la forma de ser queribles, respetables, confiables.
Una persona que dice tener poco interés en lo
material parece indicar que no nos robará, nos devolverá lo que le prestemos y
que podremos invitarla a nuestra casa sin que se quede a vivir para siempre.
La genealogía (la cadena causas-efectos) de la
espiritualidad suele ser el resultado de una represión a la sexualidad.
Quienes imaginen tener genitales peligrosos
porque son capaces de provocar cosas tan horribles como un embarazo indeseado,
una enfermedad venérea o un sometimiento vergonzoso hacia quien sea capaz de
provocar placer, quienes imaginen todo esto, repito, tendrán una gran temor a
cualquier señal erótica (miradas, gestos, piropos, roces).
Hace unos años comentaba (1) que el orgasmo es
la remuneración
que paga la naturaleza a quienes intentan conservar la especie
mediante la actividad sexual.
El placer que sentimos en el acto sexual es
suficiente para que lo hagamos impulsivamente, con el resultado a veces
indeseado de gestar una nueva vida.
Quienes tienen asociado el placer sexual a
situaciones siempre negativas, vergonzosas, perjudiciales, claramente lo
evitarán. Muchas veces el cuerpo colabora con esa represión inconsciente
provocando anestesia en los genitales, anorgasmia, eyaculación precoz,
impotencia.
Es posible plantear como hipótesis que esa
renuencia a disfrutar de la sexualidad, pueda ser también un rechazo a eso que
nos «paga»
la naturaleza por concepto de «conservación de la especie».
La
espiritualidad puede ser el desenlace de una fuerte represión sexual que
alcanza inclusive a los cobros en dinero.
(Este es el
Artículo Nº 1.638)
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12 comentarios:
Pongo tanto el cuerpo (entiéndase por lo tanto que va incluído el espíritu)en ganar mi dinero, que el trabajo me vuelve más espiritual.
Si reprimo el placer no es de extrañar que reprima el sexo y el deseo de tener dinero.
En facebook uno muestra su mejor face. Si lo espiritual tiene buena prensa, lo espiritual pasará a formar parte de nuestra imagen pública.
Se puede ser materialista, trabajador y honrado. O sea querible.
Para decir verdad, me inspira más confianza un empleado católico que uno ateo.
Las personas muy espirituales son las mejores candidatas a instalarse en tu casa como si fuera la suya. Para ellos una casa no es más que cuatro paredes. Su verdadero hogar está en el corazón.
Sexualmente soy muy espiritual. Para mí hacer el amor es como viajar a un paraíso sinestésico.
Me siento en deuda. Cobro la remuneración del orgasmo y no contribuyo con la especie.
Creo que el espíritu crece cuando se siente emoción, alegría, tristeza, miedo, ternura. Supongo que todos los afectos humanos hacen crecer eso que llamamos espíritu. El odio también lo hace crecer. Quien odia con mucha intensidad tiene el espíritu fortalecido para realizar todo tipo de cosas, ya sea para darle expresión directa a ese odio a través de la agresión, por ej. o para construir formaciones reactivas.
Según lo que tú dices, Silvia, el espíritu es una conjunción de afectos. Si el espíritu es el impulsor del ánimo o esencia emprendedora o aquello invisible a los ojos que indica fuerza en movimiento (Wikipedia), entonces la tuya podría ser una buena definición de espíritu.
Lo material nos moviliza el espíritu. No se puede disociar lo material de lo espiritual, van juntos. Algo tangible y concreto como un buen vino, nos moviliza el espíritu. Y pensando cuestiones más prosaicas, ganar la lotería, meter un gol, comerse un buen plato de ravioles, hacen que el espíritu vibre. Y para ser más exactos, el único que puede vibrar es el cuerpo.
No estoy de acuerdo con la concepción materialista. Conocemos la materia y la energía, el espacio y el tiempo. Pero hay dimensiones que aún no conocemos. Quizá una de ellas sea la dimensión espiritual, una dimensión que aún no sabemos precisar en palabras.
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