lunes, 3 de diciembre de 2012

Las fantasías inconscientes y nuestros intereses económicos

   
Las fantasías sexuales pueden actuar de tal manera que algunas personas (empleadas o empresarias) quedan inhibidas para defender sus intereses económicos.

Cuando sostengo que la única misión (1) que tenemos los seres humanos es la misma que tienen los demás seres vivos del planeta, refiriéndome a la obligación de conservar nuestra especie, reproduciéndonos y conservándonos como individuos, hago un máximo hincapié en la sexualidad.

Por lo tanto, esta función es la más importante para los humanos.

Como nos caracterizamos por llevar la contraria, por oponernos sistemáticamente a las obligaciones tanto como a las prohibiciones, nos encontramos con que a la única función que debería interesarnos (la sexualidad), tratamos de obstaculizarla, complicarla y reprimirla.

En un intento por superar en mí mismo estas reacciones que me afectan como a cualquier otro, propongo en los blogs que administro varias ideas que parecen extrañas porque me gustaría que fueran distintas a las que nos mantienen sin cambios.

En este caso, retomando los planteos presentados en otros artículos (2), les comento que en muchas personas puede existir la sensación inconsciente de que pedir dinero a otro equivale a pedirle seductoramente que nos penetre y eyacule en nuestro interior.

La mencionada fantasía es realmente actuada en las familias donde es el varón quien dispone monopólicamente del dinero mientras que la esposa, cuando necesita algo para sus gastos, tiene que pedírselo tan seductoramente como cuando lo estimula para ser fecundada.

Les propongo pensar que la homofobia (rechazo feroz a la homosexualidad), asociada a estas fantasías de «qué significa pedirle dinero a quien lo tiene», pueden constituirse en una «inexplicable» dificultad para negociar asuntos salariales, de fijación de precios o de gestión de cobro.

Efectivamente, si defender el valor de nuestro trabajo o de nuestra producción connota una actitud sexual, pasiva y reproductiva, el fracaso será inevitable.

   
(Este es el Artículo Nº 1.749)


8 comentarios:

Gabriela dijo...

En este blog donde usted habla de los temas de dinero, yo no puedo evitar ir al sentido metafórico del dinero. POr una parte usted lo plantea siempre así, nunca se queda pegado a los sentidos literales. Habla del inconsciente, de lo que nos sucede sin que podamos percatarnos. Lo que trato de explicarle es que no me parece incorrecto lo que usted hace, y mucho menos que no sea valioso y necesario. Lo que sucede es que yo lo vengo siguiendo en sus blogs casi desde que empezó, allá por el 2006. Y en mi caso -que seguramente no es el de otros- quiero dejar explicitado que... se lo digo de forma cruda: me tiene harta todo este tema del dinero. Me ha sido de utilidad, ni que hablar. Y sigue siéndome de utilidad. Pero no tengo ganas de seguir hablando de la pobreza patológica. Egoístamente no quiero seguir hablando porque no es mi caso. No soy pobre y no creo ser pobre patológica. Necesito más dinero y me actual estima por mi misma, más la autoconfianza que he ganado en estos años, gracias en buena medida a la lectura de sus blogs, me permiten creer que ese tema de no llegar a fin de mes lo voy a solucionar. No llegar a fin de mes no significa que sea pobre, tengo un montón de recursos que no he aprovechado, y eso usted me lo ha hecho ver. Pero ya está. Me interesa el tema desde el punto de vista intelectual, pero en mi caso personal creo que ya no necesito seguir con esta especie de terapia virtual. Eso no quiere decir que no siga leyendo este blog, ni que deje de poner comentarios. Quiere decir que en este momento lo que necesito es reunirme a tomar un café más a menudo contigo. Dejar de usar el usted, porque quiero que pase a ser mi amigo. Creo que, o quiero pensar que, podemos llegar a ser amigos inseparables. Del modo que estamos hasta ahora a mí no me resulta posible hablar de las cosas que realmente me interesan: mi familia, mis amigos, mi compañero, mi trabajo. Eso es lo que quiero, simplemente y nada más.

Iris dijo...

A ver si lo entendí bien. Usted dice que la homofobia, vinculada a la fantasía inconsciente de que pedir dinero es una actitud femenina (ya que metafóricamente sería pedir semen); que estas fantasías vinculadas entre sí generarían dificultades entre personas del mismo sexo cuando se trata de defender el valor del trabajo realizado.

Adriana dijo...

Es más humillante reclamarle dinero a alguien del mismo sexo que reclamárselo a alguien del otro sexo. Quizás por esta cuestión homfóbica que ud. plantea.

Elena dijo...

En el momento histórico que vivimos, dado que estamos en condiciones de destruir el planeta y que somos 7.000 millones de habitantes, más importante que reproducirnos es articular nuestra animalidad con nuestra cultura, para preservar la vida.

Elbio dijo...

La naturaleza nos mandató para que cuidáramos de nuestra vida y nos reprodujéramos, con el fin de mantener la especie. Estamos diseñados para eso, como todos los seres vivos, pero nos diferenciamos de ellos en nuestra capacidad destructiva.

Luis dijo...

¿POr qué con tanta frecuencia nos oponemos a las prohibiciones? Nuestra rebeldía quizás sea una manifestación de nuestra búsqueda de libertad. Esa búsqueda genuina puede estar alentada tanto por realidades como por fantasías. Las fantasías estarían referidas a esperar de la realidad más de lo que la realidad puede dar. Yendo a lo que ud plantea en el artículo, un ejemplo de pedirle a la realidad más de lo adecuado podría manifestarse en el hecho de ver en nuestros pares representantes maternos o paternos.
Ubicados desde un lugar subordinado, un lugar infantil, jamás podremos defender con lealtad nuestros derechos.

Alicia dijo...

Todo acto de dar y recibir puede remitir a la relación sexual. Por eso quizás sea de utilidad pensar, intentar recordar, las emociones que de manera predominante sentimos en la relación con nuestros padres.

Hugo dijo...

Las ideas nos mantienen sin cambios porque dependen de nuestros afectos, son subproductos de nuestros afectos. Para cambiar las ideas tienen que cambiar nuestros afectos más profundos, los que nos han marcado más, y éstos no cambian así como así.