Cuando los organismos internacionales emiten encendidas
declaraciones que desaprueban la brecha entre ricos y pobres repiten la misma
estafa que perpetraron los invasores cuando permutaban baratijas por metales
preciosos.
Según cuentan los
historiadores, cuando los españoles llegaron al continente americano se
encontraron con indígenas ingenuos y hospitalarios. De no haber sido así, ahora
no habríamos tantos descendientes de europeos.
En otras palabras, quienes
tenemos algún ancestro español, italiano, portugués, francés, polaco, rumano,
ruso, y demás etnias eurásicas, llevamos en nuestros genes aquel abuso inicial
por el que nos aprovechamos de la ingenuidad y de la hospitalidad de los
nativos americanos.
Aquellos indígenas se llenaron
de espejitos de colores y los invasores de llenaron de oro y plata. Ambos
hicieron grandes negocios. Ambos se sintieron inteligentes y afortunados. Ambos
se jactaron ante sus amigos: «¡Mira el negocio que hice!»
Con nuestra mirada del siglo
21, pensamos que los indígenas eran tontos y que los invasores eran
inteligentes. Pensamos que los espejitos y demás baratijas tenían muy poco
valor en comparación con el oro y la plata.
Si me permiten ahora dar un
salto intelectual, me hago esta pregunta: Cuando los ministros de economía, los
ricos empresarios y hasta los presidentes de los países, se reúnen pomposamente
para terminar emitiendo una declaración llena de palabras bonitas, ¿no están
repitiendo aquella inescrupulosa transacción entre indígenas e invasores?
Creo que sí: las palabras y
los espejitos de colores son, cualitativamente, idénticos.
Cuando estas magníficas personalidades
temen un estallido social, desencadenado porque la brecha entre ricos y pobres
es obscena, recolectan una gran cantidad de palabras bonitas y, mediante la
lucrativa red de difusión periodística, la reparten entre los ingenuos
desfavorecidos, antes de que se enojen y provoquen alguna pérdida patrimonial.
Suponer que los ricos y los
pobres pueden calificarse como ‘malos y buenos’, respectivamente, es casi
inevitable, pero cambiando los hechos, (obscenidad de la brecha económica), por
palabras, volvemos a legitimar aquella primera transacción de baratijas por
metales preciosos.
(Este es el Artículo Nº 2.109)
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