La prohibición del
incesto genera, en muchas personas, una inconfesable sensación subjetiva de
pobreza.
La envidia (1) es el título de un blog en el
que reúno los artículos que refieren a dicho sentimiento.
Recordemos que no envidiamos
objetos sino la felicidad que imaginamos en quien posee el objeto que desearíamos
poseer.
Cuando alguien envidia imagina
que es un auto, o una casa o la belleza física la causa de que la persona
envidiada parezca tan dichosa. El envidioso supone que si poseyera ese objeto
mágico alcanzaría la felicidad de su dueño.
El décimo mandamiento
cristiano ordena no codiciar los bienes ajenos, pero los humanos no codiciamos
objetos sino el bienestar que ellos serían capaces de generar en quien los
posee.
Muchas personas se sienten
pobres porque objetivamente carecen de lo que todos necesitamos para vivir
dignamente: alimentación, abrigo y pocas cosas más.
Muchas personas se sienten
pobres aunque objetivamente no carezcan de lo que todos necesitamos para vivir
dignamente. ¿Por qué alguien se siente pobre aunque tenga lo humanamente
suficiente para vivir dignamente?
Una respuesta a la pregunta
anterior es el tema central de este artículo.
Subjetivamente alguien puede
sentirse pobre por causa de la prohibición del incesto. Quien dispone de lo
suficiente para vivir dignamente puede sentirse pobre e indigente si no puede
tener a su mamá solo para él/ella.
Los gobiernos luchan
infructuosamente por disminuir las desigualdades en la distribución de la
riqueza; los economistas destinan gran parte de sus estudios a ese mismo
objetivo: disminuir las desigualdades entre ricos y pobres. Existen muchos
organismos internacionales que procuran cerrar la brecha socio-económica entre
las diferentes clases sociales.
Todos estos esfuerzos han sido
casi inútiles porque de la diferencia verdaderamente irritante no se puede
mencionar: “Papá es rico porque goza con mamá y yo soy pobre porque no gozo con
mamá”.
(1) La envidia
(Este es el Artículo Nº 2.107)
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