viernes, 11 de julio de 2008

Pedagogía traumática

Los que me conocen desde hace años saben que tengo algunas anécdotas preferidas.

Esta me ha servido mucho a pesar de su costo.

Cuando era joven tenía un mecánico que había logrado que yo le tuviera confianza. Una verdadera hazaña de su parte. Cuando tenía mi auto en reparación me divertía viéndolo trabajar y además conversábamos de su deporte preferido: el motociclismo.

Cierta vez me invitó a una competencia muy importante y fui. Esa era la primera vez que yo veía la inclinación que le daban a sus motos en cada curva y a una velocidad de vértigo. Para mí desafiaban principios elementales de la física. Con esa inclinación, esa velocidad y esa curva, tendrían que salirse de la pista todas las veces.

Cuando le pregunté cómo lograban esas proezas casi milagrosa él me dijo que sólo se trataba de una cuestión de entrenamiento. ¿Pero cómo lo logran exactamente? —continué indagándole.

El me contestó sin dejar de trabajar: Cada curva la hacemos mil veces, inclinándonos cada vez un poquito más. Cuando nos caemos ahí sabemos que la mejor inclinación era la anterior.

Nunca supo que me había enseñado algo más importante que todo lo aprendido en los cinco años de Universidad.

●●●

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo una historia parecida a la del mecánico pero con un técnico en electrónica. Me hacía pasar por su amigo pero todas mis conversaciones eran tiros por elevación a la mujer que tenía una cara de aburrida que daba lástima. Un día fui y él no estaba. La señora se despachó haciéndome una fellatio que con los nervios que tenía de que apareciera él, me pareció que fue la más impresionante de mi vida.

Anónimo dijo...

La mayoría de la mejores habilidades se perfeccionan con mucho entrenamiento pero si no naciste para algo mejor ni te metas.

Anónimo dijo...

Si yo me llego a caer de una moto, me compro un auto al salir del sanatorio.

Anónimo dijo...

Mi padre me ayudó todo lo que pudo para que yo fuera un gran jugador de basquet. Hasta me compró un tablero para que practicara en mi casa que era bien chiquita. Habló con entrenadores, me hicieron pruebas, seguí entrenando incansablemente, todo hasta que apareció Gloria, y los padres de Gloria emigraron y yo me fui a la misma ciudad que ella y no me importó nunca más el basquet.
Si será un grande mi padre que se lleva bien con Gloria.

Anónimo dijo...

Me compré una moto muy bajita y la vendí cuando un doberman se me vino encima y me ladró en la oreja.

Anónimo dijo...

Lo que más me gusta del motociclismo es cuando llegan a la meta y el ganador sigue un trecho sólo con la rueda trasera.

Anónimo dijo...

Los que te conocemos desde hace tiempo sabemos que te tirás sin paracaídas.

Anónimo dijo...

¿Cuál fue el costo de la anécdota que le ha servido tanto? Nos deja con la intriga.

Anónimo dijo...

Dicen que el ser humano es la única especie que tropieza siempre con la misma piedra. Aprender después de un golpe que lo que se venía haciendo antes estaba mejor, requiere mucha honestidad con uno mismo.

Anónimo dijo...

Yo aprendí cuál era la inclinación perfecta para mí, cuando besé a un muchacho que era casi de mi estatura.

Anónimo dijo...

Moraleja: a pesar de los riesgos hay que intentar superarse siempre y buscar el punto más adecuado para encontrar la paz.