lunes, 8 de noviembre de 2010

Apagar el reloj no detiene el tiempo

El miedo es un sentimiento que despierta variadas calificaciones, pero a nadie se le ocurre decir que es maravilloso, lindo o atractivo.

Esta sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro, real o imaginario, nos salva de innumerables problemas.

Si será útil —a pesar de ser desagradable—, que los humanos hemos copiado su función, inventando una infinidad de sensores con alarma, que nos avisan cuando algo no anda bien (termómetro, detector de movimientos, escasez de lubricante en un motor).

Un temor casi universal, es el de perder el trabajo, la fuente de ingresos, el proveedor de recursos.

El despido (paro), la crisis económica, la escasez, son temores que en realidad provienen de un temor mucho más básico, esto es, el miedo a padecer hambre.

Tememos que nuestro empleador deje de pagarnos el salario, que nuestros clientes prescindan de nuestras mercaderías o servicios, que la producción de la que dependemos (agricultura, ganadería, minería, pesca), se interrumpa, se agoten, desaparezcan.

He llegado a la convicción de que este fenómeno que llamamos vida, del cual no querríamos desprendernos nunca, depende en gran medida de estos padecimientos (1).

Observemos una excepción que confirma la norma (como ocurre en tantos casos).

Las molestias que se nos presentan mientras vivimos (dolor, miedo, angustia), son necesarias para que, guiados por nuestro instinto y por la experiencia (o consejos y enseñanzas que nos den), tomemos resoluciones para evitar sus causas.

Por esas molestias, comemos, dormimos, interrumpimos un esfuerzo excesivo, etc., es decir, tomamos resoluciones defensoras de la vida.

La norma: evitar y cancelar lo que causa las molestias.

La excepción: Sería suicida ignorar, negar, desoír, calmar artificialmente, las molestias mismas (desconectar la señal de alerta).

Conclusión: quienes ofrecen una filosofía que evita el dolor, proponen suicidarnos, anestesiarnos, desconectarnos de la vida, desear la muerte.

(1) Los artículos sobre este tema se concentran en el blog titulado Vivir duele

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10 comentarios:

Alicia dijo...

Ignorar el hambre, hasta tal punto que la sola visión de la comida produce rechazo, es lo que llamamos anorexia nerviosa, enfermedad que puede llegar a costar la vida.

Lidia dijo...

Apagar el reloj estira el tiempo.

Paty dijo...

El miedo es lindo cuando uno lo usa para divertirse, viendo películas de terror o leyendo literatura de ese género.

Brian dijo...

Yo vivo en alerta y estoy muy estresado. En cualquier momento voy a reventar (por una bomba).

Chapita dijo...

Mi amigo imaginario ahora se puso escalofriante. Cada noche está más horrible, va cambiando de aspecto y ya no me cuida cuando duermo.

Arnaldo Pappa dijo...

Tengo miedo de perder el trabajo. Este mes fui sólo dos días.

la gordis dijo...

Yo necesito un empleo público, el miedo a padecer hambre es para mí incontrolable.

Verdemar dijo...

Qué pena gordis, justo estaba pensando en invitarte a que nos acompañes en una huelga de hambre, en defensa de la ballena azul.

George dijo...

La vida es un valle de lágrimas. Por eso los valles son depresiones en el terreno que con frecuencia se inundan de agua.

Epicuro dijo...

Se puede evitar el dolor todo lo más posible. Son muchos los placeres que nos ofrece la vida. Además el abuso de esos placeres nos ofrece la recompensa de una muerte rápida, antes que se apodere de nosotros la decrepitud.