sábado, 27 de noviembre de 2010

La Gestapo descafeinada

La administración del poder es algo necesario en nuestra especie, o al menos eso ocurre desde que el mundo es mundo y sobrevivimos hasta hoy.

No es que quiera cambiar nada, pero describir lo que acontece es útil para que deje de acontecer y dé paso a nuevas formas de vida, más evolucionadas, modernas, actualizadas.

Si la pobreza continúa siendo algo que nos golpea desde que tenemos registros históricos, es porque todo lo que hemos hecho hasta ahora ha colaborado para que así sea, aunque los promotores de la igualdad económica (o, aunque sea, de la igualdad de oportunidades) hayan quedado afónicos gritando que desean evitarla.

Según observo, la administración del poder actual apela a los siguientes recursos para someter a la mayoría de los ciudadanos:

— La idea principal continúa siendo la de hacernos creer que tenemos todo el poder y que los gobernantes sólo cumplen nuestras órdenes;

— Para quitarnos todo el poder posible, se utiliza la propaganda tal cual hizo el régimen de la Alemania nazi;

— Esa misma propaganda incluye condenar furiosamente al régimen nazi para disimular que se usan los mismos criterios de dominación de las masas;

— Somos educados centralmente. Nadie tiene derecho a eludir la enseñanza oficial. Todos debemos oír y luego repetir lo que se nos dijo. Tenemos derecho a oír y repetir cualquier otro conocimiento, pero el oficial es obligatorio;

— La forma más radical de desautorizarnos, es convenciéndonos de que funcionamos mal, que nuestro cuerpo está potencialmente enfermo (lo cual es cierto porque todos somos enfermables).

El Estado, pretextando criterios epidemiológicos, nos obliga a ser inspeccionados y evaluados por la policía médica, la que, de paso, impondrá una segunda carga impositiva, sugiriéndonos consumir algunos medicamentos preventivos, correctores de posibles dolencias mortales (lo cual también es cierto porque todo ser vivo, es mortal).

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8 comentarios:

Elena dijo...

La única manera de progresar es reconociendo el progreso y poniendo de relieve los fracasos y las fallas. Pocas veces los gobiernos hacen esto último. Más que avanzar en el desarrollo de la nación a la que representan, más que eso, desean ser reelectos. Desean el poder como una meta, no como un medio o herramienta para actuar sobre la realidad.

Hebert dijo...

El individuo más poderoso, posiblemente sea el menos desautorizado, aunque con seguridad pesan sobre él, los sueños homicidas más apasionados.

Margarita dijo...

En mi país, todos los grupos etarios tienen su registro de salud. Está el carné de la infancia, el del adolescente, el del adulto (que a partir de los 40 años debe tener médico de cabecera) y el del adulto mayor, que con solo leerlo te da un baño de realidad (en caso de que estés papando moscas). El criterio epidemiológico es útil para implementar políticas de salud y asignarles recursos.
Qué ve de perjudicial en todo eso?

Damián dijo...

De no existir la enseñanza oficial, aumentaría la conflictividad social.
Los conflictos conducen al crecimiento, pero perjudican otros tipos de crecimiento: el económico y el de quienes han optado por la carrera política.

Gustavo dijo...

El ateo es el candidato ideal para asumir la adoración de un líder político. Pero el asunto es fácil, ni siquiera es necesario ser ateo. Pensemos en la adoración del pueblo argentino hacia Perón y Evita.
Aunque los cristianos juren adorar a un sólo Dios, no encuentran incongruencia alguna en adorar a todo aquello que les resulte útil para vivir mejor, aunque a simple vista sea difícil descifrar en qué consiste ese vivir mejor.

el oriental dijo...

Es que nadie cree en las palabras de Artigas? "Mi autoridad emana de vosotros y ella sesa ante vuestra presencia soberana".

Chapita dijo...

No sé oriental, si tú has pensado lo mismo que yo. Siempre he sospechado que en el páramo central de nuestro país, podríamos encontrar campos de concentración completamente ignorados.

Marta dijo...

Conviene que las masas sigan poniéndose fulas cuando se juegan los clásicos. Hay que encauzar la furia de la manera más inócua posible.