Los proveedores poderosos nos obligan a pagarles por adelantado, y paradójicamente, eso hace que confiemos más en ellos.
En otro artículo (1) retomé la antigua metáfora de comparar a los humanos agresivos con lobos y a los humanos mansos con corderos.
El texto pretende aportar otro punto de vista más sobre las posibles causas de la pobreza patológica, porque algún día, ustedes y yo, encontraremos las soluciones que hace milenios venimos buscando.
Son muy pocas las personas que admiten ser cobardes.
Si bien son pocas las personas que hacen ostentación de valentía (por temor a que alguien los desafíe a demostrarlo), la mayoría nos mantenemos en un punto medio, en el que desearíamos que nos cataloguen de valientes sin pedirnos alguna demostración.
Esta polivalencia afectiva (queremos pero no queremos, desearíamos ser considerados valientes pero mejor que nadie trate de comprobarlo, nos fascina identificarnos con héroes, heroínas, superpoderosos, líderes muy populares, ...), esta polivalencia afectiva —repito—, no hace más que debilitarnos, deprimirnos, aportarnos inseguridad, bajar nuestra autoestima. En resumidas cuentas, nos afinca en el polo de la cobardía aguda, crónica y sistemáticamente negada.
Ahora veamos otro artículo (2) donde les comento que cuando compramos una mercancía o un servicio donde nos cobran por adelantado, nos están obligando a confiar en ese proveedor y —simultáneamente—, están desconfiando de nuestra vocación de pago, honestidad, responsabilidad.
Acá encontramos una relación lobo-cordero. Quien cobra primero tiene la fuerza y agresividad suficiente como para imponernos sus condiciones, nos obliga a confiar en el lobo.
Ocurre entonces, que como nos cuesta reconocer nuestra cobardía, no solo pagamos lo que nos piden sino que estamos dispuestos a defender a nuestro lobo para demostrar que pagamos por adelantado, no por miedo sino por convicción, haciendo uso de nuestro idílico libre albedrío.
(1) La cadena alimentaria de los caníbales urbanos
(2) La confianza mata al hombre o a su santo protector
Artículo vinculado:
El amor atamorizado
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12 comentarios:
No se puede confiar en los lobos, pero tampoco en los corderos.
No pude pagar por adelantado porque sabía que luego de pasados 5 años, recién ahí, comenzaría a cosechar los frutos.
Los niños lo tiene claro: jamás le hacen caso a sus padres por convicción.
Las aves del río,
disfrutan de libre albedrío.
Los animales del monte,
tienen miedo y se esconden.
Nosotoros, los humanos
siempre que podemos
nos lavamos las manos.
Moraleja: cobre por adelantado.
La relación lobo-cordera es bastante frecuente en el matrimonio.
Antes se creía en la palabra dada. Aún hoy en los pueblos chicos, donde el control social es muy grande, se confía en la palabra. Dar la palabra era cosa de hombres. No se confiaba en la palabra de la mujer, ni tampoco en su llanto.
La cobardía o es crónica o es aguda.
A los niños les aporta seguridad creer en súper-héroes porque se identifican con ellos. Creen que son el súper-héroe.
No nos pasa lo mismo a los adultos, los héroes pasan a ser cosa del pasado cuando caen del pedestal nuestros padres. Pero no nos resignamos, seguimos buscando héroes, pero esta vez afuera. Somos conscientes de que nosotros no lo somos y nuestros padres tampoco. Entonces pasan a serlo los ricos, los famosos, los poderosos, los más bellos, los más inteligentes, los más destacados en una disciplina, los ciudadanos ilustres, los sabios.
Y volvemos a equivocarnos. Los humanos somos muy desparejos. Admiramos a alguien por un talento y nos olvidamos del resto de su persona. Al mismo tiempo, como dice el Licenciado, nos quedamos mirando "con la ñata contra el vidrio", alejándonos de encontrar en nosotros mismos el valor y la belleza.
A veces se confunde cobardía con el conocimiento y la aceptación de los propios límites.
Cuando una mujer enamorada le dice a su hombre "sos mi héroe" -más allá de la inexactitud de sus palabras- debería considerar que sería conveniente que con el paso del tiempo siga pensando lo mismo. Tendrá que convertir al héroe de bronce en uno de carne y hueso, pero será muy gratificante para ambos.
Confié en el proveedor creyendo que era lobo, pero se escabuyó como lobo marino entre las olas.
Los perros también niegan su cobardía. Le ladran al perro más grande cuando ya se fue.
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