Las consignas «lo único permanente es el cambio» y «se salvan quienes mejor se adaptan», siguen vigentes.
Hace unos años publiqué un artículo (1) referido a un concepto que por ahora parece que utilizo yo sólo a pesar de que no lo patenté.
Lo había bautizado «genocidio laboral» y refiere a lo que ocurre con los trabajadores que pierden su fuente laboral cuando en las empresas incorporan nuevas tecnologías que demandan una capacitación de los usuarios que algunos no pueden aprender.
Aunque perjudica a muy pocas personas, el otro día un ilusionista (artista que se dedica a exhibir actos de magia y prestidigicación) me comentó que unos cuantos «traidores» estaban ganando dinero exhibiendo cómo se hacen esos trucos, con lo cual la rutina queda «quemada», «inutilizada», «inservible».
Efectivamente, en Youtube pueden verse unos cuantos videos, caseros y profesionales, en los que algunos «traidores» muestran cuál es el «secreto» de muchos trucos (buscar por «trucos revelados»).
Estas ideas me inspiraron otras:
1º) La expresiones confirmatorias «Si no lo veo, no lo creo» o «Yo lo vi con mis propios ojos», quedan claramente desautorizadas cuando podemos constatar cómo somos engañados en nuestras propias narices y con relativa facilidad.
2º) Solemos pensar alegremente que estar empleados, tener una fuente de ingresos, una profesión, una empresa, nos da garantías suficientes, sin contar con algunos «accidentes» de la evolución (cambios tecnológicos, modas, tendencias) pueden sacarnos del mercado en poco tiempo.
3º) Un tema más profundo e importante refiere a cómo estamos parados frente a la vida. Alguien puede decir «soy» abogado, carpintero, vendedor cuando en realidad correspondería decir «estoy» (trabajando como) abogado, carpintero, vendedor.
En suma: lo que parece garantizar mejor (aunque no completamente) nuestra estabilidad, es admitir y adecuarnos a la transitoriedad de las circunstancias, las condiciones del mercado, los escenarios económicos.
(1) La ametralladora del progreso
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9 comentarios:
Soy carpintero y estoy vendiendo tortas fritas. Pero no soy cocinero ni vendedor ambulante, soy carpintero.
Somos personas, y un día estamos en una cosa, y otro día en otra.
Un pobre ángel perdió su fuente laboral y desde que jubilé al grifo de agua fría, trabaja en la cocina de casa.
A los que revelan los trucos habría que ponerlos a pedir dulces en Halloween.
Me gusta conocer los trucos de magia porque lo que más disfruto es ver una ejecución impecable.
Mi marido trabajaba como vendedor y ahora dice que se recicló y trabaja como amo de casa.
Me quiero matar.
Sólo me adaptaré a lo que yo quiera adaptarme.
Para usar la palabra genocidio (no importa de que otra palabra vaya acompañada), primero tiene que pedir permiso de uso a quienes la utilizan en forma frecuente.
Me sacaron del mercado
quede inutilizado
acabado/quemado.
Me fui para otro lado
vendí helado
achocolatado/descremado.
Me reciclé
comí pescado/fritado
enharinado.
Cambia todo cambia
no se sabe ni quien manda.
Genocidio laboral
mande a quien hay que quemar.
Y que caiga quien caiga
aquí nadie se salva.
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