domingo, 6 de noviembre de 2011

Cuanto peor, mejor

Por «selección adversa» puede entenderse esa extraña predisposición que tienen algunas personas a elegir frecuentemente lo que menos los beneficia y mejor los perjudica.

Podríamos denominar «selección adversa» al acto de elegir lo peor.

Al leer esta afirmación no podemos perder de vista que el vocablo «peor» es un «adjetivo comparativo de malo», o sea que es una opinión, una apreciación subjetiva y personal de cada uno.

En otro artículo (1) les comentaba algo que nos ocurre cuando preferimos dedicar nuestra atención precisamente a quienes menos se fijan en nosotros.

Por si alguien no cree en eso de «perder el tiempo» con quienes menos chances tenemos de lograr algún beneficio, observemos qué ocurre con algunas fotografías muy seductoras (imagen) en las que el modelo seduce porque está mirando hacia un costado, dejándonos fuera de su campo visual, de su interés.

Esta tendencia que nos caracteriza tiene algún parentesco con hacer hincapié en el muy conocido «medio vaso vacío».

No importa que estemos viviendo un período de bonanza económica, política y climática, si nuestro mejor jugador de ping-pong salió segundo en el campeonato sub-regional de esa especialidad.

Hace un tiempo les había comentado la importancia que tienen las carencias para que nuestro fenómeno vida no se interrumpa (2).

En suma 1: somos expertos en realizar la paradójica «selección adversa» que mencioné al inicio.

Imaginemos por un momento qué ocurriría con las respectivas economías, si los países petroleros de tierras muy áridas, dedicaran sus mayores esfuerzos a la agricultura y a la ganadería.

Lo que en economía se denomina «ventaja comparativa» es precisamente aplicar más esfuerzo en lo más rentable y menos esfuerzo en lo menos rentable.

Parece muy sencillo, obvio, inapelable, pero nuestra lógica individual suele reaccionar al revés.

En suma 2: Algunas pobrezas patológicas pueden ser causadas por una extraña «selección adversa».

(1) ¿El dinero persigue a quienes lo desprecian?

(2) Los perjuicios de las donaciones

Artículos vinculados:

Sacrificio: ¿clave del éxito?

La parábola del hijo avivado

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9 comentarios:

Leticia dijo...

A mí lo que me pasa es que no me doy cuenta para qué sirvo. Entonces no puedo sacar provecho de mis cualidades porque no sé cuáles son mis cualidades. Me veo como alguien del montón, igual a todas las chicas de mi edad. No encuentro nada en lo que me destaque. Mi padre dice que tenga paciencia, que ya me voy a encontrar. Lo que yo sé es que ahora me encuentro a días de terminar el bachillerato, sin trabajo y sin saber qué estudiar.

Selva dijo...

Te preocupa el tema Leti. Tú padre tiene razón, vas a encontrar. Sí, porque te estás planteando el problema. A no desesperar.

Tiago dijo...

Cuando no me doy cuenta de qué es lo más rentable, le pregunto a toda la gente que puedo, y después saco mis propias conclusiones.

Anónimo dijo...

Muero por una chica que es así como ud dice; mira todo el tiempo para los costados. Yo no sé qué mira. Para mí que no mira a nadie. Sólo le interesa que la miren a ella.

Jacinto dijo...

Tiene razón. Elegir lo que menos nos sirve es una forma de optar por el pesimismo. Así tendremos motivos para quejarnos.
Qué malas pasadas nos juega el inconsciente.

Martín dijo...

Ya elegí no hablar más de mi madre.
O mejor dicho, no hablar de lo malo de mi madre. Si alguna vez tengo ganas hablaré de lo bueno. Igual ahora estoy en otra. Estoy siguiendo el campeonato mundial de ping-pong :-)

Martín dijo...

Lo menos que esperaba era escuchar los aplausos!

Alejandra dijo...

Bien Martín, genio!!! Yo te banco.

Anónimo dijo...

Soy experta en selección adversa de maridos.