Le propongo la hipótesis de que el discurso universalizador de la ciencia, el marxismo y el cristianismo, es un factor predisponente de la pobreza patológica.
En otro artículo titulado La ciencia de los clones , comento que este afán de pensar sólo en lo que podemos tener en común los humanos, nos lleva a que esas tres fuentes de referencias (ciencia, marxismo y cristianismo):
— Supongan que todos somos o deberíamos ser iguales; y
— Nos gobiernen con criterios masificantes que anulen nuestras singularidades.
Quienes tenemos que encontrar ingeniosamente cómo vivir en las economías de mercado (presentes en la mayoría absoluta de la población mundial), estamos mal aconsejados.
Cuando pensamos a qué nos dedicaremos para ganarnos el dinero necesario para vivir según nuestras expectativas, no podemos pensar que nuestros clientes o empleadores son todos básicamente iguales.
Peor aún: tampoco podemos descalificar, ignorar o tratar de cambiar a quienes no sean iguales a ese modelo que pretenden imponernos.
Desde otro punto de vista, podemos pensar que la prédica tan persuasiva de esas corrientes ideológicas, hacen que todos queramos ser iguales, para lo cual usamos el enérgico adjetivo de normal.
En suma: gente muy prestigiosa (científicos, marxistas, cristianos), nos dicen que tenemos que ser todos iguales (o semejantes), para que nos consideren normales.
Para evitar confusiones, nos recuerdan que ser anormal, es una verdadera desgracia.
Por eso tantas personas se mienten, son hipócritas, se maquillan, disimulan, se sienten confundidas, angustiadas, desorientadas: la razón es que tienen la obligación de ser normales pero resulta que se sienten anormales.
Esta situación, es vergonzosa, sugiere ser ocultada y también genera culpa.
Quienes queremos venderle nuestros servicios a ese señor normal, notaremos que nos dice a todo que sí pero que «lo pensará un poco más»: en realidad, su verdadero deseo, es saludablemente anormal, pero no puede confesarlo.
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12 comentarios:
Pensemos en lo que nos une!...
y actuemos de acuerdo a los que nos separa.
Ser iguales en cuanto a derechos y deberes es un comienzo, pero sigue siendo injusto. Por ahora el problema nos sobrepasa.
No debemos suponer que nos gobiernen con criterios masificantes; de hecho lo hacen.
Todo el tiempo estamos sofocando los deseos de lo que en realidad queremos hacer o decir. Lo asumimos como normal pero es un disparate. No me refiero a aquellas cosas que podrían perjudicar al prójimo, sino simplemente a deseos y necesidades completamente inocentes y razonables. Por ej, en invierno me muero de frío esperando el bus, porque se supone que debo esperarlo quieta, parada o sentada. En esos casos a mí me gustaría sacar una soga de la cartera y ponerme a saltar a la cuerda. Pero no puedo hacerlo, dirían que estoy loca.
Está bien que no podemos tratar a nuestros clientes como si fueran todos iguales porque no lo son, pero hay algunos que en realidad lo que se merecerían es ser destratados.
Desde el punto de vista científico, ser normales sólo implica formar parte de la norma estadística, es decir de la mayoría. No tiene una connotación positiva o negativa.
Yo me maquillo y eso no quiere decir que me mienta. Les miento a ustedes.
De niña siempre acompañaba a mi mamá cuando iba a comprarse ropa. Hacíamos largas caminatas por el centro, entrando en cada boutique, metiéndonos en los probadores y preguntando precios. En todos lados mamá decía: "me gusta mucho pero voy a seguir mirando un poco más". Cuando al fin ella decía la frase mágica "me lo llevo", yo suspiraba aliviada.
También el discurso universalizador de la publicidad, predispone a la pobreza patológica. Nos hace creer que todos necesitamos lo mismo, e incluso que necesitamos un montón de cosas.
Con respecto a lo que dice Adriana, le aclaro que la publicidad no es un cuerpo ideológico.
La publicidad responde al "cuerpo ideológico" del capitalismo.
aaa, si estará buena la idea de este post q yo pongo un comentario.
Gracias!!
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