miércoles, 27 de octubre de 2010

El avaro es débil y parece fuerte

En otro artículo (1), hablé de la tendencia animal a espantarnos, a reaccionar descontroladamente, a tener ataques de pánico.

Esto no debería alarmarnos si pudiéramos aceptar con más serenidad que somos animales, que poseemos instintos y que estos funcionan a nuestro favor, excepto en aquellas personas que no asumen su animalidad.

Automáticamente, nuestro cerebro se transforma ante una nueva enseñanza de vida.

Si nos quemamos con algo caliente, si dejar la puerta abierta hace que un extraño entre a nuestra casa, si agradecer sinceramente predispone a los demás a beneficiarnos, y demás experiencias por el estilo, modifican el funcionamiento mental.

A esa transformación le llamamos «aprender».

El sistema educativo al que concurrimos, es un centro de transformación mental, donde nos exponen a diversas experiencias para que nuestra mente se transforme.

Las políticas educativas de cada país, están diseñadas para que los ciudadanos acomoden sus mentes, para pensar como los gobernantes prefieren.

Pero no es de esto de lo que quería hablarles sino del miedo a caer en la miseria.

Muchas veces diagnosticamos que alguien es ambicioso, cuando en realidad es alguien que teme la ruina, el hambre, un doloroso deterioro patrimonial.

En casi todos los casos, una cierta actitud muy marcada (visible, notoria), es la consecuencia de una fuga del sentimiento opuesto.

Alguien puede defenderse de los afectos mostrándose artificialmente indiferente, otros pueden ser muy serviciales para disimular su incontrolable insensibilidad o pueden hacer alardes de honestidad cuando les cuesta respetar la propiedad privada.

La causa de la avaricia entonces, puede ser la inseguridad, el miedo, la consecuencia de una experiencia traumática, que lo educó para tener mucho cuidado con los bienes materiales, con las fuentes de ingresos, con los gastos.

Es más, la causa de la avaricia pudo ser que una vez, la madre demoró en alimentarlo.

(1) El contagio inevitable

●●●

12 comentarios:

Leonardo dijo...

Ud habla de caer en la miseria y yo me imagino cayendo adentro de una volqueta, y despúes adentro del camión de la basura, y luego triturado y comprimido hasta quedar sin vida.

Álvaro dijo...

Mi madre siempre demoraba en alimentarme (según cuenta mi padre, que está divorciado de mi madre)pero yo no salí avaro. Como me llamo Álvaro, ya mi nombre alcanzó para simbolizar el asunto.

Andreína dijo...

Mi madre es muy inquieta. Dicen que mientras me amamantaba, pasaba el plumero. Yo sufrí de asma durante la niñez, pero después se me curó con homeopatía. Lo que si quedé fue condicionada para comer rápido, porque como mamá en cualquier momento me soltaba cuando tenía que plumerear por lugares difíciles, yo aprendí a apurarme por las dudas de que después se olvidará de seguir dándome el pecho.

Sarita dijo...

Yo me asusto como los cervatillos; lo que no puedo es salir corriendo tan rápido.

Emiliano dijo...

Cuando aprendí que 3 menos 5 da menos 2, mi cerebro se expandió y tuve que cambiar de gorro.

Pablo dijo...

Del centro educativo salí con una transformación mental que me hizo creer que todos estaban en mi contra, en otras palabras, salí con una bruta paranoia. Será que me sentí medio torturado...

el oriental dijo...

El que se quema con leche caliente ve la vaca y llora, y el que se quema con agua caliente, deja de tomar mate.

Magdalena dijo...

Los gobernantes quieren que pensemos como ellos, así no les hacemos oposición, pero nosotros nunca sabemos lo que ellos piensan.

Marina dijo...

Hay que soltar a todos los chorros. Ellos roban para ocultar su incontrolable honestidad.

Chapita dijo...

A mí nunca se me fuga el sentimiento opuesto. Siempre tengo dos sentimientos: uno blanco y otro negro, y a los dos los llevo puestos.

Filisbino dijo...

Qué será peor? Imaginar la ruina o haberla vivido? Qué causará más terror? Digo porque algunos pueden imaginarla peor de lo que es.

Epaminondas dijo...

Las ruinas son hermosas Filisbino. Son hermosas cuando se trata de pedazos de la historia, rescatados del poder destructor del tiempo.