jueves, 21 de octubre de 2010

«No quiero verte en ese estado»

Es oportuno mencionarles dos conceptos que refieren a los dos tipos de pobreza sobre los que trabajo desde hace unos años.

La pobreza egosintónica es aquella que no molesta, la que es tolerada e inclusive buscada por quien la posee.

La pobreza egodistónica es aquella que sí molesta, la que no es tolerada y permanentemente es rechazada por quien la padece.

Incorporados estos dos conceptos, corresponde decir que pobreza patológica es aquella pobreza egodistónica cuya solución está inhibida, dificultada, postergada y hasta saboteada, por algo que puede tipificarse como resistencia a la cura (las soluciones y acciones, son contraproducentes).

En un artículo publicado con el título La narcisísticas distribución del amor, reconozco que todos quienes luchamos para erradicar la pobreza que afecta a millones de personas en el mundo, lo hacemos por amor propio, esto es, por amor a nosotros mismos, por egoísmo, porque no podemos aceptar que «un hermano de nuestra especie tenga menos recursos que otros seres vivos de especies ajenas».

Sería un error y una ingenuidad, suponer que este pesar que nos provoca ver que otros humanos viven mal, está causado por amor hacia él, por piedad, filantropía, amor al prójimo, caridad.

El problema que nos provoca la pobreza ajena consiste en que nos duele que alguien porte (use, utilice, posea) nuestra misma imagen (tenga forma humana), en ese estado tan lamentable, vergonzoso, miserable, indigno.

¿Por qué este comentario?

Además de considerarlo tan verosímil y honesto como cualquier otro de los que publico, tiene un fin notoriamente práctico (como los demás).

En medicina dicen que un buen diagnóstico equivale a la mitad de la curación.

Si nos engañamos (diagnosticamos mal) respecto a por qué trabajamos, pensamos, estudiamos, proponemos, quienes queremos terminar con la pobreza patológica (egodistónica), seremos tan ineficientes como quienes nos antecedieron.

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12 comentarios:

Analía dijo...

No sé que entiende usted por amor. Para mí el amor es un sentimiento que surge ante la necesidad de recibir amor. No creo que nadie sienta amor si no espera ser retribuído con la misma moneda. Y la posibilidad de establecer un vínculo de empatía con otros es un ingrediente necesario para que surja el amor. Por eso no veo cuál es la contradicción entre la posibilidad de sentir amor por alguien que sufre y que este sentimiento surja por amor a nosotros mismos. SIEMPRE EL AMOR HACIA OTRO SURJE POR LA NECESIDAD DE SER AMADOS y si sentimos esa necesidad es por AMOR A NOSOTROS MISMOS ya que buscar amor es una forma de LUCHAR POR LA SUPERVIVENCIA.

Anónimo dijo...

Lo peor de la pobreza es el olor a mugre.

Filisbino dijo...

Una cosa es la pobreza y otra la indigencia. La persona que escribió el comentario anterior se refiere a los indigentes o a personas enfermas.

Orosmán dijo...

El plancha es un buen ejemplo de pobreza egodistónica.

Esther dijo...

La pobreza egosintónica sólo es posible mientras se goza de buena salud.

Lola dijo...

A mi me exita la resistencia al cura.

Natalia dijo...

No quiero que haya pobreza para dejar de sentirme culpable.

Aldo dijo...

Luchar contra la pobreza es trabajar por una sociedad más justa. Si quiero aportar algo en eso es porque me gusta la gente que se embandera con esa consigna. Por algún motivo que desconozco, siento cariño y admiración por esas personas y desprecio hacia quienes están a favor de la competencia individualista.

Hugo dijo...

Cuando veo sufrir a otro no puedo evitar que se me representen mis propios sufrimientos.

Damián dijo...

Todo sentimiento hacia otro, sea positivo (bueno, constructivo) o negativo, surge a partir de la experiencia, es decir, surge de uno mismo. No veo porque calificar como egoísta a este fenómeno.

Rosana dijo...

También es muy frecuente el estado de bienestar egodistónico. La persona vive bien, tiene todo lo que necesita, pero quiere más. Nunca termina de alcanzarle, nunca está satisfecha.

Gabriela dijo...

No hay forma de evitar poner los intereses propios por delante de los intereses de los demás. Cuando lo hacemos es porque nuestro interés, nuestro deseo, es ese más que cualquier otro.