En algunos artículos publicados (1), hago comentarios que refieren a la justicia distributiva.
Uno de los temas centrales, está en las ventajas del delito.
Si cometer delitos es rentable, entonces la justicia estará patas arriba y casi directamente tendremos en ese desajuste de nuestra habilidad para organizar nuestra convivencia, un factor esencial para que la justicia distributiva provoque la pobreza que buscamos evitar.
Para que el delito deje de ser conveniente, tenemos que asegurarnos de que las desventajas superen a las ventajas.
En otras palabras, mejoraría la justicia (entre otras, la distributiva) si entre todos podemos decidir y lograr que ciertas prácticas, generen pérdidas para sus actores.
Si robar o matar (y todas sus variantes), dieran pérdida, nuestras sociedades solamente tendrían delincuentes tontos, incapaces, masoquistas, que caerían en la insolvencia incapacitante en poco tiempo.
Según mi interpretación de los hechos, los llamados partidos de izquierda, han hecho y hacen todo lo posible para gobernar nuestros países.
Una práctica habitual, consiste en dificultar en lo posible el desempeño de los gobiernos de derecha.
Su discurso hace hincapié en algo que es difícil de rebatir porque se embandera con la piedad, la consideración, el amor, la tolerancia hacia el semejante.
Estas ideas ya tenían el campo abonado por siglos de cristianismo que impregnaron la moral de todos los pueblos, especialmente hispanoparlantes.
La prédica de los militantes de izquierda, consistió en invocar razones humanitarias para defender a los delincuentes en desmedro de sus víctimas.
Esta subversión de la lógica, ha permitido que la justicia encontrara trabas insalvables para generarles pérdidas a los delincuentes, que revirtieran la rentabilidad de sus crímenes.
Tal política les ha permitido acceder a varios gobiernos, aunque instalando una injusticia ... que también es distributiva (daño colateral).
En suma: una técnica proselitista de los políticos de izquierda, genera pobreza.
(1) Justicia + autoengaño = injusticia
La anarquía placentera que nos enceguece
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7 comentarios:
Se ha demostrado que con la pena de muerte no disminuye el delito.
Los partidos de derecha no se esfuerzan por ganar las elecciones. Ni siquiera invierten dinero en ello.
Prometer seguridad. Prometer ncerrarlos a todos, también es una práctica proselitista.
Las compulsiones nunca son rentables, pero se siguen haciendo porque son compulsiones.
Si el ladrón o el homicida dejara de delinquir porque resultase poco rentable, estaría manejándose con total control sobre sí mismo, manejo de la fuerza de voluntad y libre albedrío.
El estado se hace cargo de instrumentar espacios terapéuticos para las víctimas? Sería coherente no? porque en las cárceles trabajan psicólogos con los presos.
Es un error decir que el robo está justificado si se padece hambre; al menos si nos estamos refiriendo a países en vías de desarrollo. Existen muchos recursos (en Uruguay) para solucionar el problema del hambre: están los comedores y las canastas del INDA, las parroquias que brindan regularmente almuerzos o meriendas, numerosos restaurantes que guardan para dar restos de comida que han sido intocados.
Los que roban son en general muchachos fuertes y atléticos; no roban por hambre de comida.
Puede que la propiedad privada sea un robo, pero hoy por hoy nos organizamos de esa manera.
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