Las peores acciones e intenciones de un ser humano, también son humanas.
Las vicisitudes de Erik (nombre del fantasma) ponían la carne de gallina.
La novela y la obra teatral hicieron las delicias del público europeo a principios del siglo pasado, porque eso era lo que a ellos más les gustaba.
El joven tuvo la mala suerte de tener un aspecto físico feo, terrible, monstruoso, asociado a una inteligencia brillante.
Estos dos extremos forjaron la tensión dramática para que el novelista tuviera a su disposición una enormidad de situaciones más que entretenidas.
La mayoría de sus problemas tenían que ver con la imposibilidad de vincularse como cualquiera de nosotros necesitamos.
Eso lo indujo a tener actitudes y actuaciones tanto sublimes como condenables.
La obra es muy explícita, directa y lineal: el protagonista era objetivamente muy desagradable a la vista. Por eso vivía ocultándose y perpetrando sus llamados de atención como si fuera un fantasma.
Ahora volvamos al siglo 21, a nuestra cotidianeidad y a quienes poseemos un aspecto físico fácil de olvidar y un talento menor al de Einstein.
Con estos recursos personales, que nos permiten sentirnos integrantes de una gran mayoría, podemos llegar a tener dificultades similares —aunque menos teatrales— a las que padeció Erik.
Efectivamente, si por algún motivo desafortunado, nos hemos convencido de que somos unos monstruos porque sabemos que tenemos deseos inconfesables, aspiraciones vergonzosas, intenciones bestiales, nuestra situación comenzará a complicarse.
Algo que podemos saber sin mucho análisis, es que nadie es capaz de hacer algo que no sea humano. Por lo tanto, lo peor de nuestros secretos anhelos, está dentro de la especie que nos contiene.
Lo que más nos complica es la eterna soberbia, el narcisismo, ese deseo inmortal de ser especiales, superiores, diferentes, aunque nos perjudique.
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11 comentarios:
No me sirve de consuelo pensar que las peores intenciones son humanas.
Creo Evangelina, que saber como somos en realidad, nos sirve para ser un poco más, lo que quisiéramos ser.
Ser especiales, superiores y diferentes, bien pueden ser los anhelos de una persona soberbia, que en el fondo se siente poca cosa y necesita compensar sus carencias imaginarias.
Es distinto buscar ser mejores, eso no es soberbia, es lo que permite el progreso en todos los ámbitos humanos.
Noto que me pongo perezosa cuando se trata de pensar en mis verdaderas intenciones.
Las cárceles están llenas de secretos anhelos que han sido liberados.
La gente que milita dentro de la especie "rompe huevos", bien que podría dedicarse a hacer el biscochuelo más grande del mundo y entretenerse un poco.
La intención inconfesable de querer matar a un hijo, a todos nos llegó en algún instante, como un viento huracanado.
Quiero tener viscisitudes teatrales como las de Erik. Quiero brillar y salir de esta insoportable anomia.
Soy parte de esa enorme mayoría que porta un aspecto físico fácil de olvidar y un talento... idem.
Por eso no me trago a los que levantan con la red lo que venga, usando (a veces con pretendido humor) frases como "fuiste lo mejor que me pasó en la vida", "lo que me hace feliz es saber que existes", "de aquí en adelante nunca más sola, ratita".
Andáaaaaa!
Los fantasmas llaman la atención porque se convierten al estado gaseoso, cosa que el agua sólo pudo utilizar para atraer la atención del Instituto de Meteorología.
Al principio me creía un degenerado sexual, después empecé a encontrar mujeres que se divertían con mis travesuras.
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