La fantasía inconsciente
masculina de poseer un cuerpo de mujer para gozar tanto como ellas está
reprimida para que nadie piense que tenemos deseos homosexuales, pero sin
embargo creemos (y hasta hacemos el intento) que podríamos ser como otros que
poseen lo que imaginamos muy placentero.
Si estamos vivos es porque
somos coherentes, esto es, nuestra biología permite que el fenómeno vida no se interrumpa.
Como se ve, esta es una
definición de coherencia más
amplia que la acepción vulgar, la cual solamente hace referencia a que el
discurso excluye las contradicciones lógicas, del tipo: «lo que más me gustan
son las actividades al aire libre y solo me divierto yendo al cine».
Somos irremediablemente coherentes
en sentido amplio. Si tomamos una metáfora tomada de la mecánica automotriz,
diríamos: funcionamos, nuestras piezas actúan en armonía, tanto podemos avanzar
como retroceder.
Este rodeo es para fundamentar el título. Efectivamente es
posible tener ideas y fantasías que parecen homosexuales sin serlo en la
práctica, pues los varones que deseamos tener sexo solo con mujeres, también
sentimos algo que llama la atención: desearíamos tener un cuerpo de mujer para
poder tener sexo de todas las maneras posibles, contando con la capacidad
orgásmica que tienen ellas y que nosotros no tenemos.
También fantaseamos imaginando que el mismo placer que
sentimos cuando tenemos sexo con una mujer, se duplicaría si pudiéramos
invertir los roles, para gozar como ellas sin perder el placer que el coito nos
provoca. En suma, fantaseamos pensando que nuestro placer sería máximo si
pudiéramos sentir la suma de ambos goces.
A los varones nos gustan todas las mujeres pero a ellas no
les gustan todos los varones. Con esta observación se nos ocurre fantasear,
(consciente o inconscientemente), que si tuviéramos un cuerpo femenino, pero
con la pasión amatoria e indiscriminada de los varones, lograríamos la
combinación ideal: un cuerpo muy apto para gozar con un cerebro que autoriza
tener sexo sin restricciones.
¿Por qué no tenemos presentes estas fantasías? Porque la
homofobia propia de nuestra cultura nos lo impide. Sentiríamos vergüenza si
conociéramos estos deseos inconscientes.
Como ocurre con todos los deseos inconscientes
inconfesables, estos se expresan de alguna otra forma.
Es así que todos tenemos la sensación de que podríamos hacer
lo que hacen otros. Podríamos ser como Paul McCartney, como Lionel Messi, como
Madonna o como Sofía Loren. Creemos que solo tendríamos que estudiar,
practicar, probar, hacernos cirugías.
En suma: la
fantasía inconsciente masculina de poseer un cuerpo de mujer para gozar tanto
como ellas está reprimida para que nadie piense que tenemos deseos
homosexuales, pero sin embargo creemos (y hasta hacemos el intento) que
podríamos ser como otros que poseen lo que imaginamos muy placentero.
(Este es el Artículo Nº 2.192)
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