sábado, 24 de mayo de 2014

Tener un hijo y plantar un árbol



 
Esta propuesta no es racional, pero el ser humano tampoco es racional. La idea es que los gobernantes tratan de convertirnos en un bosque de árboles, para explotar nuestros frutos.

« ¡Qué atropello!», exclaman los expertos en educación. « ¡Cómo puede ser que cualquiera opine sobre lo que solo nosotros sabemos!»

Sí, quizá sea cierto, solo unos pocos saben todo lo concerniente a la organización y puesta en práctica de la educación pública, pero lamentablemente no han podido demostrarlo en los hechos, pues es casi imposible encontrar países en los que haya conformidad sobre ese tema.

Actualmente (mayo de 2014) está de moda pensar que los países escandinavos (Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca), son los mejores ejemplos, pero quizá no sea un gran mérito ser un poco mejor que los peores.

Incluyéndome en la gavilla de patoteros que hablamos sin saber, les propongo la idea que pueden escuchar en el video, nativa del psicoanálisis, con esa etnia inconfundible de asunto delirante, irracional, poético, incoherente... peroooo...

En pocas palabras mi propuesta se reduce a pensar que los humanos, en los más profundo de nuestra psiquis, allá donde no llega la conciencia (en el inconsciente), sentimos que los humanos nos parecemos a los árboles y que las sociedades se parecen a un bosque.

Si esto fuera así, la administración política de la educación popular tendría rasgos de explotación forestal, de tal suerte que los gobernantes, encargados de implementar los planes de estudio tratarán, de beneficiarse, de perpetuarse en el poder, de formarnos como para que sus privilegios sean grandes, vitalicios y heredables.

Si estuviéramos en el lugar de ellos, cualquiera de nosotros así lo haría y si no somos conscientes de que estamos explotando egoístamente a los conciudadanos, menos culpa y responsabilidad sentiremos, pero en los hechos, como todos podemos observar, en cada uno de nuestros países tenemos apellidos asociados a los gobernantes, a los poderosos, a los grandes empresarios, que se repiten a lo largo de varias generaciones.

El disparate descabellado se resume en que ningún sistema educativo genera ciudadanos libres, inteligentes y bien desarrollados, emocional e intelectualmente, porque somos obligatoriamente educados para ser casi vegetales, casi inmóviles para no intentar migrar a otras clases socioeconómicas, reunidos en un bosque para que nos ayudemos mutuamente.

La buena noticia es que los poderosos que diseñan los planes educativos no hacen pasta de madera con nuestros cuerpos sino que solo aprovechan nuestros frutos.

(Este es el Artículo Nº 2.202)