La medicina logra los mayores
éxitos terapéuticos entre quienes le asignan poderes mágicos, similares a los
que los pueblos primitivos le asignan a los brujos.
El brujo de la tribu existe
por tres razones: a) Porque son necesarias las brujerías, es decir, la búsqueda
de soluciones mágicas; b) Porque todos en la tribu están convencido de que esa
persona tiene poderes especiales y necesitan instituirlo como brujo; y c) Porque
el propio brujo se lo cree.
Aunque estoy tratando de
explicar el asunto aislando sus componentes en tres ítems, el fenómeno es uno
solo: la mayoría de los humanos creen en la existencia de fenómenos mágicos.
Aunque observamos a los
indígenas con cierto desdén, solo hemos cambiado algunas apariencias. Nuestra mente
sigue creyendo en la magia, ya sea confiando en la existencia de Dios, o
cruzando los dedos para que algo ocurra, o usando cierta camisa para salvar un
examen.
Los mayores depósitos de magia
contemporánea los encontramos, en primer lugar, en las iglesias, templos,
religiones. Le sigue en importancia la medicina, que ha mejorado mucho la
química de las pócimas curativas, pero que sigue dependiendo del poder de la
sugestión, de los placebos, de la esperanza y del poder superior del brujo con
túnica blanca.
Un médico sana, especialmente,
a personas que creen devotamente en él y su magia. Quizá también sane a algunas
otras, pero su público está compuesto, principalmente, por quienes lo admiran,
lo adulan, le hacen regalos, lo esperan interminables horas sin criticarle la
impuntualidad.
Es insólito que individuos cultos corran a pedir supervisión médica por un embarazo o para realizar chequeos de rutina.
Es insólito que individuos cultos corran a pedir supervisión médica por un embarazo o para realizar chequeos de rutina.
En suma: Aquella tribu primitiva, a la que
miramos con desdén, merece el mayor respeto por consideración a nosotros
mismos.
(Este es el Artículo Nº 2.199)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario