¿Podría existir una sociedad en la que se aplaudan de igual forma los fracasos y los éxitos?
Sí, es posible.
Para que eso suceda, el aplauso no puede estar dirigido al éxito o al fracaso mismos, sino a la temeridad que sólo se demuestra cuando se observa que hubieron resultados (buenos o malos) de una acción que otros no serían capaces de realizar.
Lo que se estimula con el aplauso es la diferenciación, es el heroísmo, la excepcionalidad, la proeza, independientemente de sus resultados.
Los delincuentes suelen potenciar su agresividad antisocial, porque en su colectivo felicitan a los que perpetran grandes delitos sin ser castigados y también a quienes caen en manos de la policía acusados de poseer una altísima peligrosidad.
Si pensamos en los combatientes que incursionan en otro país, observaremos que son honrados cuando regresan con gloria y también son distinguidos cuando caen prisioneros del enemigo (por ejemplo, protegiendo a su familia, destinando grandes recursos para su rescate, negociando canje de rehenes).
Parecería ser que los humanos premiamos la acción (con cierta independencia del buen fin logrado), cuando están priorizados valores ideales, abstractos, subjetivos ... y me abstengo de decir «superiores» porque este adjetivo depende de quien haga el juicio.
Lo que sí parece más concreto y objetivo, es que la mayoría de las personas estamos condicionados para aplaudir solamente los éxitos, mientras que los fracasos son abucheados ... salvo que el perdedor nos inspire lástima.
Esta característica de nuestro grupo de pertenencia determina que le tengamos mucho miedo a la acción y sus riesgos.
Seguramente nadie nos tendrá lástima si no mostramos algún fracaso.
Tampoco nos alegraremos por los éxitos, porque la inacción nos salva de fracasar, aunque nos priva de triunfar.
Por todo esto, el fracaso de los arriesgados es nuestra secreta fuente de alegría.
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11 comentarios:
A veces sucede que uno entiende por fracazo, lo que otro entiende por éxito.
Odio que me tengan lástima; prefiero que me crean mala persona.
Nunca pensaría como Marcia. Ser buena persona, para mí es lo más importante.
Dicen que se aprende más de los fracasos que de los éxitos.
Que se aplaude la temeridad es cierto. Al parecer los que llevan dentro un niño de dos años, son admirados.
Priorizar valores ideales es heroico, no temerario.
Sus secretas fuentes de alegría son un poco particulares... me hace pensar que ud no es una persona arriesgada.
Yo me arriesgo por lo que vale la pena. Un buen hombre, por ejemplo.
No me queda claro su planteo. Ud está a favor o en contra de los arriesgados? Le parece que se premia a esta gente o que se valorizan más los resultados?
Los éxitos que más nos alegran son los de nuestros seres queridos.
La nota me recordó una frase de nuestros "Les Luthiers", de un espectáculo de hace como 20 años:
"Hemos fracasado con todo éxito".
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