Los padres cuidan a sus hijos de todos los peligros normales, más todos los peligros imaginables.
Los peligros imaginables también son realistas: por ejemplo, el rapto es algo imaginado como muy probable porque quien lo imagina (la madre, por ejemplo), cree que todos desean tanto a su hijo como ella. Sin embargo, es muy poco probable (aunque realista).
Compatibilizar los temores que nos atormentan, con la necesidad de darle libertad al hijo, es una tarea titánica que los adultos realizamos a costa de padecer ansiedad, perder el sueño y cometer errores educativos.
Cuando el hijo tiene que salir a la calle (para ir a estudiar, a la casa de una tía o de la novia), los familiares más ansiosos pierden la calma mientras el arriesgado aventurero no llama para avisar triunfalmente «¡llegué!».
Una de las acciones básicas, infaltables, obligatoria, consiste en inculcar en la cabeza del chico, la mayor desconfianza hacia la gente desconocida.
En esta filosofía «todos son peligrosos hasta que demuestren lo contrario».
Por supuesto que si queda prohibido hablar con personas extrañas, recibir algo de ellos es poco menos que un acto suicida y si llegara a ingerir un alimento ofrecido por otro, entonces ese joven debe ser internado para un tratamiento psiquiátrico.
Con esta educación, que por lo insistente, metódica y dramática se convierte en un adoctrinamiento, adiestramiento o lavado de cerebro, se erigirán fuertes resistencias para recibir algo de los demás.
Dentro de ese algo, está el dinero.
Por si esto fuera poco, para muchas personas (grupos, instituciones, partidos políticos, familias, religiones), el dinero es sucio, portador de enfermedades y hasta con propiedades demoníacas.
En suma: la precaución de no aceptar nada de personas desconocidas, incluye rechazar el dinero.
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14 comentarios:
Como ud dice, los padres que educan así a sus hijos, les transmiten que todo lo que está fuera del ámbito familiar es sospechoso de potenciales peligros. Las personalidades se desarrollan entonces, con fuertes rasgos paranoides. Si no se confía en el otro, será muy difícil pensar en asociarse para iniciar un negocio, formar una cooperativa, o tener la tranquilidad de que nuestro trabajo está bien pago. Con respecto a esto último, la peligrosidad de los otros, nos puede llevar a pensar que nuestros empleadores siempre tienen intenciones ciniestras y no buscan otra cosa que estafarnos.
Lo que no entiendo es por qué un perfecto desconocido del otro sexo -en caso de que nos resulte atractivo- puede hacernos bajar todas las defensas.
Los padres nos sentimos omnipotentes para proteger a nuestros hijos. Tenemos la ilusión de que no se nos va a escapar ningún detalle a la hora de cuidarlos. Negamos la cruda realidad: puede pasar una desgracia de la manera más tonta y en el momento más inesperado.
Será por eso que siempre le pido plata prestada a mis hermanos?
Acepto el dinero de donde venga, ese no es asunto mío. Si es del narcotráfico, de la venta de órganos, del contrabando o lo que sea, yo argentino.
Un caso extremo es cuando el miedo impide que el hijo o hija adulto no pueda separarse de su madre.
La educación es efectiva cuando se repite hasta al cansancio una misma información, o una idea, durante años.
Y después le piden milagros a la terapia!
Para lidiar con el dinero sucio, nada mejor que el lavado de dinero.
Voy a averiguar cuáles son las propiedades demoníacas del dinero porque quiero engualichar a mi cuñada.
Los chicos se olvidan sistemáticamente de avisar dónde están, cuando llegan, con quién salieron.
Mentir todo el tiempo se les debe de volver muy cuesta arriba.
Es habitual que las personas que minimizan la importancia del dinero, se reúnan para juntar fondos con los que asistir a los desamparados. En qué quedamos?
Llega un momento en el que nuestros hijos dejan de caminar de nuestra mano. Cuando queremos acordar suben a la camioneta escolar solos, luego al colectivo y de ahí a las salidas del fin de semana, el tiempo pasa en un suspiro.
Deberíamos tomar conciencia de que el primer paso que da nuestro hijo por sus propios medios es su primer acto de independencia y que luego se sucederán muchos más.
Me acuerdo de una vez que iba con mi madre y vi en el piso un paquete de pastillas nuevo y cerrado. Lo iba a levantar y mi madre me dio un tirón: "no Pablito, puede estar envenenado". Nunca me habría imaginado que se podía esgrimir un argumento así. Lo más gracioso fue que en la cuadra siguiente mamá encontró una billetera y la guardó disimuladamente en su cartera.
Cuando me toca un billete nuevo trato de no gastarlo. Me gusta tenerlo porque no está manoseado.
Con las mujeres me pasa lo mismo; me gustan las que pasaron por pocas manos.
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