En otro artículo publicado con el título «Mi historia es fabulosa...», les comento algo sobre cómo necesitamos que nuestra historia tenga ciertas características particulares, con relativa independencia de los hechos realmente ocurridos.
Cada vez que alguien se interesa por saber cómo llegamos a ser lo que somos o —menos frecuentemente—, por qué no somos lo que podríamos haber sido, tenemos la necesidad de entregar un relato coherente con la situación actual.
En otras palabras, contaremos nuestra historia, con los cambios que hagan falta para que el desenlace (lo que hoy soy, como hoy estoy, lo que hoy tengo), encaje perfectamente.
Se agrega otro factor que retoca ese texto casi inventado que usamos como respuesta: la historia deberá generar en quien la escucha (el consultante), la imagen que deseamos que tenga de nosotros (héroe, víctima, audaz, etc.).
Ocurre algo parecido en la industria de las editoriales.
Éstas sólo imprimen libros o discos que casi seguramente encontrarán compradores, esto es, serán del agrado del público consumidor.
Estos fenómenos tienen mucha relación con algo poco conocido y relativamente increíble.
Efectivamente, nuestro deseo es ser el deseo de los demás.
Como les decía en artículos publicados anteriormente (1), cuando comprendemos que nuestra madre cuida tanto lo que desea (su esposo, su trabajo, su casa), procuramos convertirnos en algo así, en algo (no dije «alguien») que ella pueda desear tanto que no pueda evitar cuidarnos.
Para ir redondeando estas ideas, nuestra historia actual, esa que contamos sinceramente porque la creemos, tiene los elementos necesarios para que se cumpla nuestro deseo de ser deseables, para que nos acepten, para seducir a quienes nos rodean, lo cual seguramente incluye nuestra actitud frente al dinero, la riqueza, el patrimonio.
En suma: La historia que necesitamos contar, nos impone ciertas actitudes inflexibles frente al dinero.
(1) Los antojos son sagrados
Soy una cosita adorable
El deseo del cachorro
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10 comentarios:
Algunas personas necesitan contar una historia en la que siempre son víctimas. Todo y todos les han hecho daño a ellos, personas tan bien intencionadas. Qué necesitan esas personas? Lo trágico es que jamás logran lo que necesitan, porque sólo reciben rechazo. Necesitarán ser rechazadas?
Para algunas personas la historia de su vida lo único que tiene en común con su propia historia es que el protagonista lleva su nombre.
Nos inculcaron la coherencia como un valor. Si no lo aceptamos podemos der tachados de locos.
Cuando contamos nuestra historia es como si la estuviésemos contando frente a la policía.
Mi hijo está tan celoso de mi nueva pareja, que ya no sabe qué macana mandarse para que me dedique exclusivamente a él.
Claro, nadie cuenta: tengo esta fortuna porque siempre en la vida el dinero me interesó más que ninguna otra cosa.
La historia que contemos tiene que resaltar nuestro carácter de protagonistas. Es difícil que alguien compre un libro o un CD de una persona desconocida. Para que compren mi historia, yo debo ser la heroína, el personaje que justifica la tapa del libro. Debo impresionar para que luego el oyente no recuerde sólo la historia, sino que esa era mí historia.
En EEUU todo el mundo hizo su fortuna trabajando y ahorrando dólar a dólar.
Las ideas redondeadas fueron pulidas por largas conversaciones, donde siempre hubo un interlocutor, real o virtual.
Mi madre cuida tanto la belleza; la belleza del cuerpo es tan importante en su vida, que yo tuve que ponerme feo, para que dejara de cuidarme.
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