La «envidia» y la «avaricia» son la versión demonizada del «afán de logro» y de la «proactividad».
En otro artículo (1) les comentaba que para
alguien puede ser tan beneficioso reconocer su envidia como para otro es una
especie de liberación divulgar su condición de homosexual.
Claro que para las personas que se guían por
los postulados religiosos (bíblicos), tendrán en cuenta que la envidia es uno
de los Siete Pecados Capitales mientras que la homosexualidad no lo es.
Envidiar el bienestar de los demás es una
actitud que hasta suele catalogarse de patológica, pero no podemos olvidar que
en nuestra cultura también es patológico para muchas personas haber accedido a
un cierto bienestar.
Estoy casi seguro de que no fue este
razonamiento el que hizo quien redactó los Siete Pecados Capitales, pero si aún
continúan marcando la línea moral de tantas personas, es oportuno preguntarse
en pleno siglo 21, si la envidia no será
tan religiosamente condenada por su vinculación con algo que también
está condenado: el bienestar.
Es como si la
condena fuera contra quien envidiara ser delincuente: la envidia en sí
misma no sería tan grave, lo que sí sería grave es la vocación antisocial que
se manifiesta.
La homosexualidad fue considerada como
patológica por la medicina y la moral occidentales hasta que la propia
evolución ha permitido que actualmente muchas personas (aún no me animo a decir
«la mayoría»), aceptamos esa opción sexual con indiferencia.
Pero la envidia sigue considerándose como un
rasgo de malignidad, debilidad, amoralidad y notoria vinculación con otro
Pecado Capital: la avaricia.
No creo que la envidia y la avaricia sean tan
graves.
Creo más bien que los primeros cristianos, en
su afán de combatir a los judíos (más prósperos, laboriosos y pragmáticos),
demonizaron su «afán de logro» (envidia) y su «proactividad» (avaricia).
(Este es el
Artículo Nº 1.579)
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12 comentarios:
Pienso que condenar el bienestar es una desviación del mensaje bíblico. Jesús decía que nuestro Padre deseaba el bienestar de todos sus hijos.
La homosexualidad fue condenada sólo en un período de la Historia. Ahora se está volviendo a los buenos tiempos; se está volviendo a un tiempo de respeto hacia el ser humano y la naturaleza.
Estoy de acuerdo con Jacinto. Parecería que la humanidad avanza en espiral; por momentos se está más atrás y otras veces más adelante, pero con optimismo supongo que cada vez más alto.
¿Cada vez más alto? Eso es bastante fácil de refutar, pero no quiero amargarlos a estas horas tempranas de la mañana.
La envidia y la avaricia son sentimientos naturales en el ser humano. Si no envidiáramos nada sería por indiferencia. Si no fuésemos avaros, pasaríamos hambre en el invierno.
La envida y la avaricia se convierten en situaciones graves cuando nos perjudican a nosotros mismos y a los que nos rodean.
Si somos excesivamente envidiosos y avaros, los que nos rodean nos darán vuelta la cabeza, se alejarán de nosotros. Eso a quien primero perjudica es a uno mismo.
Es lógico que la envidia sea considerada un rasgo de debilidad. Cuando nos sentimos fuertes no envidiamos tanto. Estamos conformes con lo que somos y lo que hacemos. Confiamos en que podremos superar nuestras carencias.
Es como dice Fernando: ¨la envidia en si misma no sería tan grave, lo que sí sería grave es la vocación antisocial que manifiesta¨; en otras palabras, lo que dice Marta.
Reconocer la envidia es efectivamente una forma de liberación. Si la envidia va por dentro y no la reconocemos o no la aceptamos, será imposible elaborarla. Nos seguirá hiriendo. Importa elaborarla porque así podremos saber qué deseamos de nosotros mismos, y qué no hemos logrado aún.
Quien envidia ser delincuente es el que no lo es. Qué bueno que no lo sea! Pero ojo, porque si no lo reconoce... de una forma u otra puede que termine delinquiendo, ya sea literalmente o de manera metafórica.
Estamos transitando una época de presente contínuo. Poco pensamos en lo que nos pasó y menos aún en lo que puede pasarnos. Esto no está tan mal, aunque pensando el tema del bienestar, creo que no tendríamos que perder de vista que si sobrevivimos un día llegaremos a ser viejos. Nuestra cultura enaltece tanto la juventud, que podemos llegar a creer que seremos siempre jóvenes. Naturalmente que no es así. Me parece que deberíamos pensar en el hoy para, entre otras cosas, lograr un bienestar mañana; cuando estemos más débiles, más solos e indefensos.
El afán de logro y la proactividad son altamente valorados en el mercado laboral porque se necesita gente que cree, produzca, proponga, piense. Son características fundamentales para la superación, el progreso y el bienestar de quién posee estas cualidades. Esas personas no sólo crecen individualmente, sino que además son positivas para quienes las rodean y para la empresa o el lugar de trabajo donde están insertos.
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