La riqueza (ausencia de pobreza) se logra por la energía productiva que genera el deseo re-productivo
de las mujeres.
Amo a las mujeres de forma bastante
indiscriminada, porque tienen el cuerpo que les tocó en suerte, con el cual
permiten cumplir el 90% de la única misión (1) que tenemos los seres vivos:
conservar la especie.
¿Qué es este amor? Sencillamente es «necesidad»; las amo porque las
necesito, como hace todo el mundo con sus objetos de amor.
Aunque me
consta que suelen atribuírseles varios motivos más románticos, el amor no es
otra cosa que el sentimiento que nos inspira aquello o aquel que nos sirve, nos
resulta útil, nos favorece.
Sólo para
completar el concepto: todos quienes no nos sirven, no nos resultan útiles y no
nos favorecen, están ubicados en la parte menos iluminada de nuestra
afectividad.
Si usted
cree que es capaz de amar sin esta actitud utilitaria, mezquina y materialista,
quizá no encuentre atractivo en lo que le falta leer de este artículo.
¿Qué es lo
que mantiene al ser humano fuera de la pobreza? El deseo. La escasez de deseo
es un boleto de «ida sin retorno» a la pobreza.
Describiré un modelo teórico de cómo se genera
ese deseo salvador de la pobreza y que explica por qué amo al sexo femenino.
Los varones tenemos poco para hacer excepto
fecundar a la mujer cada tanto y luego producir para alimentarla.
Como no es fácil producir para alimentarla
(alimentarnos, debí decir), tenemos para entretenernos sin caer en el
aburrimiento.
La mujer es la usina generadora de deseo para
toda la familia y la sociedad.
Si ella desea re-producirse, tiene deseo sexual,
provoca la erección del varón, entonces este es capaz de arar, sembrar, regar y
cosechar riquezas incalculables en el mismísimo Desierto del Sahara.
(Este es el
Artículo Nº 1.592)
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13 comentarios:
Parto tomando como válida su premisa: ¨la riqueza se logra por la energía productiva que genera el deseo re-productivo de las mujeres¨.
La mujer desea, el hombre capta ese deseo y se genera vida. Esa vida necesita perpetuarse; es así que aparece la necesidad de producir más alimento, de cuidar y de enseñar. Los padres necesitan incluir al niño en la sociedad, por eso le enseñan a comer como ser humano, vestirse, caminar. De esta manera, cuando el niño crezca, podrá convertirse en un adulto capaz de conservar la especie y aumentar las riquezas de la comunidad.
Amar de manera indiscriminada es lo que nos propuso Jesús.
Muchas veces creemos que el correlato de necesitar es usar. Pero usar en un sentido peyorativo. La mujer usada como objeto sexual, por ej. Pienso que hay otras formas de entender el verbo usar. Recordemos que usamos lo que nos gusta, lo que nos es útil, lo que nos permite hacer cosas, crecer. Y a menudo amamos lo que usamos. Recuerdo la cajita de herramientas que me regaló mi abuelo. La adoraba. Jugaba a clavar, destornillar, cortar tablitas de madera. Con esas herramientas fue que hice mi primer arco y mis primeras flechas. Les pude dar forma y el tamaño adecuado. Afilar las puntas de las flechas, suavizar los bordes del arco. Yo era un niño que vivía en el interior, en un pequeño poblado al norte del país. En aquella época, la mayoría de los juguetes nos los hacíamos nosotros mismos. Esos eran los juguetes más queridos.
De niño yo dormía con la honda abajo de la almohada.
Lo que nos favorece, lo útil, como el fuego, el sol, la lluvia, es incorporado a nuestra realidad de forma racional y de forma irracional, mágica, poética, metafórica.
Creo que en el mundo actual, predomina una falta de poesía. El homo-sapiens, le ha quitado demasiado lugar a ese toque tan importante que proporciona el homo-demens.
Personalmente disfruto de las fiestas de San Juan, del Carnaval, de la libertad azul de la poesía.
Amo la rebeldía del Romanticismo y del Surrealismo. Así como amo a Freud, co-creador de ese mundo en tinieblas que es el mundo del inconsciente, en plena batalla de amor con la realidad y los deseos.
La parte menos iluminada de nuestra afectividad, es efectivamente, la que reúne todo aquello que no nos favorece. Esa parte oscurecida por la sombra entre en nuestra planta elaboradora. A veces tenemos suerte y con carne medio podrida y condimentos, elaboramos frankfruters. Otras veces todo eso se nos atraganta, genera angustia, y nos deja potenciados en el dolor. Digo potenciados, porque pienso, junto con Mieres, que el dolor es fuente de crecimiento, así como lo es a veces la carencia, el deseo y el amor.
La falta de deseo se manifiesta en la depresión. Quedamos por debajo de la superficie, hundidos en un valle rodeado de montañas. La pobreza es eso, cuando es patológica. No me refiero sólo a la pobreza material, hablo de la pobreza multidimensional. La pobreza que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida.
Cierto que no es fácil producir para alimentarnos. Porque no se trata sólo de producir alimentos, que ya de por si no es changa. Necesitamos muchas cosas para alimentarnos, entre ellas disfrutar. Disfrutar de los vínculos, de la naturaleza, de un hogar confortable, de la creación, de nuestros hijos.
Para no caer en el aburrimiento -que es una de las peores cosas que nos puede pasar- inventamos problemas, conflictos, discusiones interminables, filosofías. Desarrollamos amistades, proyectos, trabajos, entretenimientos.
Lo que dice Lautaro me lleva a pensar en la rutina. En esos ¨objetos tan cosas, como una mesa parada en el piso (...) objetos que sólo se deshacen con la muerte (...objetos que) están, están. Este fragmento de la poeta uruguaya Circe Maia, alude a todo eso que se nos instala en la vida y que no forma parte de una rutina y una regularidad saludable, sino que es esa parte de la rutina que nos deja vacíos, embrutecidos, insensibles.
Esa parte rutinaria de la vida, la parte de la rutina vacía, concuerdo con C. Maia, sólo se deshace con la muerte.
Si yo sintiera como tú y como C.M., estaría estancada en el no deseo. Varias veces a lo largo de mi vida, me ha sucedido. Sin embargo he podido salir de esos pozos. Resulta que a veces el pozo se llena de agua y uno sale a flote, asoma la cabeza por el borde del aljibe y ve un panorama amplio, lleno de paisaje.
Si ella desea re-producirse, él es capaz de cosechar riquezas en el Desierto de Sahara, y ella logra levantar las paredes del hogar, de a poco, como hacen los horneros.
El hombre es usina generadora de proezas, para ella, toda la familia y la sociedad.
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