La prohibición del incesto es una molestia que nos autoimponemos para estimular nuestra productividad.
Tratemos de entender algo que todos padecemos
pero que nunca nos explicaron por qué tenemos que padecerlo.
Todos nuestros compañeros mamíferos carecen de
esta restricción tan penosa. A una oveja, a una yegua, a una vaca no se le
ocurre averiguar los posibles vínculos familiares que tiene con el futuro padre
de sus hijos.
Todos los seres vivos se reproducen sin
ninguna prohibición del incesto. Lo único que se nos ha ocurrido es decir que
los humanos somos diferentes, superiores al resto, y que si mezclamos nuestras «maravillosas» sangres
familiares, seremos castigados por un ser también «maravilloso» (Dios), con
una prole defectuosa, enferma, monstruosa.
Toda una historia «maravillosamente» disparatada.
Pero alguna razón debe existir para que, desde
tiempos inmemoriales, una mayoría de humanos rehúse reproducirse con familiares
(padres, hermanos, tíos).
Una hipótesis en la que podríamos apoyarnos
transitoriamente, hasta que surja otra mejor, es que los humanos somos la
especie más imperfecta, además de ser la más vulnerable porque nacemos varios
meses antes de estar suficientemente aptos para valernos por nosotros mismos.
Somos la más imperfecta porque no tenemos «control de ambición instalado». Si
bien comemos hasta saciarnos, dormimos hasta que recuperamos nuestras fuerzas y
trabajamos hasta que nos jubilamos, no estamos conformes con nuestro
rendimiento y con el rendimiento de los demás integrantes de la sociedad.
Efectivamente,
los humanos nos presionamos mutuamente para que trabajemos más, ahorremos más,
paguemos más impuestos, toleremos mejor los errores de los gobernantes, demos
nuestras vidas defendiendo la patria (léase: defendiendo los intereses de los
«dueños» de la patria).
La
prohibición del incesto fue creada para estimularnos obstaculizando nuestra «única
misión»: reproducirnos (1).
En suma: Obstaculizamos nuestra sexualidad porque
si fuera más fácil (endogámica), seríamos aún más indolentes, perezosos,
improductivos.
(Este es el
Artículo Nº 1.595)
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8 comentarios:
Existen menos posibilidades de que una máquina se rompa, si es sencilla, simple. No podemos comparar al ser humano con una máquina, pero a los efectos de entendernos, la siguiente hipótesis podría ser plausible: como los seres humanos somos muy complejos, somos más vulnerables. Nos podemos quebrar con mayor posibilidad. En otras palabras, somos más imperfectos.
Es cierto que las vacas, ovejas, yeguas, etc., no tienen crías monstruosas o defectuosas a causa del incesto.
Eso no quiere decir, necesariamente, que en el humano tenga que suceder lo mismo. Quizás lo que nosotros llamamos defectos, no sea visualizado así, por nosotros los humanos, en otras especies. ¿Cómo detectar si una oveja tiene un déficit intelectual? En general creo que eso no se investiga mucho, lo que nos interesa es que la oveja de lana y carne.
A un niño con Síndrome de Down, lo consideramos defectuoso. Pero también se podría decir simplemente que es distino.
Hace unos días, en la larga espera del ómnibus, estuve jugando con una niña Down. Nunca había logrado tanta comunicación y conexión con ningún niño como con ella.
La vida cómoda nos aparta de muchas realidades. Eso no quiere decir que no podamos convinar nuestra vida cómoda con un montón de vínculos y tareas sumamente productivas y enriquecedoras desde el punto de vista humano.
De todos modos, la seguridad y comodidad material, puede transmitirnos la sensación errónea de que estamos seguros. Si nos sentimos demasiado seguros -como es una sensación que parte de una percepción falsa- nos vamos a autoengañar y meter en líos.
Una molestia, como puede ser una piedra en el zapato, nos conduce a una serie de acciones. Movemos el pie a ver si se corre, nos sacamos el zapato, tiramos la piedra, volvemos a poner el zapato. Y seguimos caminando.
Cuando padecemos cosas sin saber por qué, tenemos distintas reacciones. A veces ni nos damos cuenta que estaría bueno saber por qué. Otras veces directamente no nos interesa la causa y seguimos adelante sin pensar. También puede suceder que estemos convencidos de que otros han pensado ya -mejor que nosotros- y sólo nos resta obedecer humildemente.
Las estrategias mencionadas no son de por si malas, sólo que no permiten el cambio.
La prohibición del incesto es una restricción penosa, aunque ya lo hayamos olvidado. Sobre todo durante nuestros primeros cinco años de vida, esa restricción nos resultó sumamente dolorosa e incomprensible. Nuestros celos fueron terribles, feroces. Incluso fantaseamos o estuvimos a punto de matar. Sobre todo a nuestros hermanos menores, porque eran más vulnerables. Pero luego todo eso se olvida. Si de adultos nos propusieran hacer el amor con nuestra madre, sentiríamos repulsión, incluso quizás asco. El asco es una barrera represiva, que permite, por ej, que adultos sanos, no jueguen ni pinten las paredes con caca.
La historia más maravillosa y de pronto también la más disparatada, es lograr un amor infinito e incondicional, como el de Dios.
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