Todos nos damos cuenta de que si un rey es derrocado por un movimiento revolucionario y tiene que ir a trabajar en una fábrica como obrero no calificado, habrá de sentirse muy incómodo, desdichado y abatido.
¿Tendría ganas el ex-rey de hacer bien la tarea? ¿Pondría lo mejor de sí para tener un buen rendimiento? Seguramente no. Sería un pésimo obrero, desganado, malhumorado y no sería raro que contrajera alguna enfermedad que lo obligara a guardar reposo (gripe, gastritis, etc.).
Esto mismo —pero en términos menos espectaculares— es lo que les sucede a la mayoría de los jóvenes cuando tienen que ingresar en el ámbito laboral.
Hasta ese triste momento venían recibiendo todo lo necesario a cambio de nada o casi nada. Los padres gastaban en ellos dinero y esfuerzo para que tuvieran lo necesario. Así como el rey vivía de los impuestos que pagaba el pueblo, el joven vivía de los recursos que aportaban sus padres.
El momento en el que un joven tiene que ingresar en el mercado laboral no se describe con el mismo dramatismo que se podría describir el derrocamiento de una monarquía al mejor estilo de la Revolución Francesa pero el hecho es que el joven siente más o menos lo mismo y con el agravante de que nadie piensa que lo que le está pasando es tan grave.
La resistencia de los jóvenes a iniciar su vida laboral es comprensible aunque esto no significa que los adultos dejemos de estimularlos con energía para que superen el trance lo más rápidamente posible.
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18 comentarios:
Cuando cobré mi primer sueldo me sentía el ser humanó más feliz del planeta, sería porque mis padres no me daban todo lo que necesitaba.
Yo diría que un rey es un atorrante, pero también lo diría de un Papa o de un presidente.
A los jóvenes les faltan motivaciones y buenos ejemplos. Ellos copian lo que ven y lo que oyen aunque se hacen los cancheritos como que se las saben todas.
Soy madre de dos adolescentes y aunque les llevo 22 años de ventaja, no tengo ni la más pálida idea de qué sugerirles. Estoy tan confundida (¿o más?) que ellos.
Mis dos hijos son muy luchadores y emprendedores. Todo gracias a mi marido. Él -recién ahora puedo valorarlo- me abandonó cuando eran chicos y jamás se hizo cargo de sus responsabilidades.
Este abandono nos unió y nos hizo luchadores y emprendedores además de librarnos de sus insoportables pretensiones de reyezuelo presumido y prepotente.
A menudo me cuestiono si no será un error esto de darles todo lo que uno pueda darles. Mi hermano dice que a veces nos pensamos que si sentimos que hacemos un esfuerzo entonces lo que hacemos está bien, pero a veces hacemos un gran esfuerzo y somos contraproducentes.
Excelente el ejemplo, pasar de una adolescencia protegida a la adultez, es equiparable al derrocamiento de un rey.
Al Rulo le hice superar el trance con mucha energía pero los vecinos llamaron a la línea azul y me denunciaron por maltrato infantil.
Cuando mi hijo tuvo su primer trabajo como vendedor en una tienda, salió a defender sus derechos frente al dueño como un fiel descendiente de los mártires de Chicago. Y la cagó.
Yo a mis hijos los ubiqué desde el primer momento. Cuando aprendieron a hacer caca en la pelela tenían que tirar el regalito en el inodoro, labar el recipiente ese asqueroso de plástico, con cara de león y desinfectarlo bien con hipoclorito.
La resistencia de los jóvenes a iniciar su vida laboral es directamente propocional a la fuerza que ejercen sus padres.
La mujer que simboliza a mi madre no me da ni para el tabaco.
Si la educación formal no alcanza para domesticar a los chicos ¡qué más podemos hacer!
Mis hijos trabajan y estudian. Son buena gente. Se esfuerzan y son bien intencionados. Me quieren. No puedo pedir más.
Trabajé desde niño. Entiendo lo que ud. dice pero no lo comprendo.
Quiero conseguir trabajo porque no me gusta que mis viejos me mantengan. Le aseguro que no tengo pretenciones. Siempre me enseñaron que la vida es dura.
Me siento incómoda, desdichada y abatida porque vine al Ciber, entré en sus blogs y justo ahora, cuando empiezo a poner este comentario, me doy cuenta de que hay un clavo que sobresale del tapizado de la silla y acaba de romperme el pantalón.
Lo de los pibes ya se va a solucionar.
Para que el fenómeno que ud. describe no se produzca, sería mejor que el trabajo de los jóvenes fuese el estudio.
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