sábado, 19 de septiembre de 2009

El miedo disfrazado de valentía

Ayer les comentaba en el artículo titulado «Enfermé en defensa propia» que un síntoma es un fenómeno que se instala para resolver un desarreglo en la armonía de quien lo posee (padece).

No es fácil exigirle el cumplimiento de cierto compromiso a ciertas personas.

Estadísticamente es un fenómeno que podríamos llamar «normal», sin embargo la situación suele ser incómoda.

Sin embargo algunas personas convierten la molestia de exigir un cumplimiento en un síntoma que se manifiesta como la imposibilidad de reclamar ese derecho. El paciente no sabe cómo abordar al incumplidor y por lo tanto éste logra no pagar o no hacer algo.

Quien padece esta inhibición para defender sus intereses (generando las condiciones para convertirse en pobre patológico) se aferra a las siguientes ideas que lo paralizan:

1) Al no exigir un cierto desempeño a los demás, imagina que tiene ganada la tolerancia de los demás por si algún día se ve impedido de cumplir (supone estar generando un derecho).

2) Realizar la gestión de cobro lo pone en riesgo de que el incumplidor lo ignore lisa y llanamente, convirtiéndose el asunto en un problema personal. No reclamando es posible tener la ilusión de que «si no cobra es porque no quiere». Esto genera una sensación de poder muy gratificante.

3) Otra ilusión que se alienta con la inhibición para exigir el cumplimiento es la de sentirse tan grandioso que sólo es exigente consigo mismo pero no con los demás, autodemostrándose que es superior a los demás.

En suma: Quien no reclama por sus derechos lo hace por miedo, pero no sólo miedo al enfrentamiento personal sino a perder todos los beneficios secundarios que le aporta este síntoma inhibitorio.

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11 comentarios:

Delia Teresa dijo...

Hay morosos e incumplidores que también saben cómo quitarle las fuerzas a una. No es que sean abusadores y punto, también saben como desestimular y lo hacen muy bien. Estoy pensando en un caso muy concreto que me trae mal hace meses.

Rosana dijo...

Me veo retratada en la primera de las ideas que ud menciona: esperar que si soy una "perdona vidas" luego me pagaran con la misma moneda. La experiencia me ha demostrado en que es una creencia incorrecta pero insisto en la misma idea. Espero poder cambiar.

Marta dijo...

El hombre de la foto es normal y para nada fotogénico. No me imagino que pudiera haber salido peor favorecido que en esa foto.
Es fea de ver la cobardía.

Andrés dijo...

A mí me pasa que me cuesta pedir recibos y comprobantes porque siento que es como si le estuviera diciendo en la cara al otro, que temo que me estafe en cualquier momento.

Raúl dijo...

Personalmente no conozco personas que sean muy exigentes consigo mismas y poco exigentes con los demás. Será que conozco poca gente.

Marita dijo...

No reclamar por los derechos de uno sería entonces casi como una enfermedad, con beneficios secundarios y todo.

Macarena dijo...

Me siento en total armonía... ¿será que he madurado o estaré llena de síntomas?

Oriente dijo...

Algunas personas tienen incorporado a su estilo de vida el incumplimiento. Nunca entregan un trabajo en fecha, nunca lo hacen del todo bien y nunca parece preocuparles!

Romualdo dijo...

No sé como abordar a una incumplidora, aunque se trata de otra cosa, lo que pasa es que esa incumplidora me gusta mucho.

Laura dijo...

Me da mucha bronca que los incumplidores actúen con total impunidad. A veces me surgen fantasías de venganza bastante alocadas.

Eugenio Sastre dijo...

Si fuese más frío para conectarme con la gente no me costaría tanto reclamar. Lo que sucede es que soy cálido, simpático, me esfuerzo por ganarme al otro, y claro, luego me cuesta salir del lugar de piola y ponerme medio botón.