lunes, 15 de febrero de 2010

Remuneración maternal

En el artículo titulado El orgasmo salarial comentaba con ustedes que la solución a la pobreza patológica deberá excluir la violencia y contar con el atractivo placer del orgasmo.

Otra característica que debería tener esa solución a la pobreza patológica es un particular vínculo con la realidad.

Hasta ahora hemos hecho uso y abuso de la mentira, de la ilusión, las creencias fantásticas y estamos como estamos.

Me refiero particularmente a mentirnos con la negación de la muerte definitiva, a la ilusión de que estamos protegidos por seres mágicos infinitamente poderosos y amorosos, o a la creencia fantástica en el alma, el espíritu y sus múltiples actividades cuando ya han perdido el cuerpo biológico.

Aunque parezca paradójico, ese mayor vínculo con la realidad debería incluir un repliegue de toda la sabiduría hoy contenida en el sentido común.

Por ejemplo: no es seguro (aunque lo parezca) que «dos cabezas piensan más que una». Para generar esta duda observo los pavorosos disparates que han aplaudido los pueblos a lo largo de la historia.

Redoblo la apuesta: Todo lo que piensan las mayorías debería ser revisado con más cuidado que lo que piensan las minorías.

Otro ejemplo: para disminuir la pobreza patológica, ¿será necesario trabajar más o trabajar menos?

El sentido común diría por un lado que será necesario trabajar más pero simultáneamente recomendaría no exigir más horas de trabajo porque «la gente es ociosa».

En esta última duda me inclinaría a decir que quizá deberíamos seguir trabajando como hasta ahora, pero repartiendo el esfuerzo de otra forma.

Para ello quizá haga falta generalizar lo que ya hacen algunas naciones: las mujeres, cuando son madres de niños pequeños, no deberían tener necesidad de ocuparse en otras tareas que seguramente serán menos importantes.

No me extrañaría que la escasez de cuidados maternales sea generadora de pobreza patológica.

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11 comentarios:

Sonia dijo...

Me gusta lo que representa la imágen de la foto. Parece ser una madre cocinando con sus hijos.
A veces tenemos el tiempo real pero no el tiempo mental como para disfrutar con nuestros hijos ese tipo de actividades. Estamos demasiado preocupadas y apuradas. Seguimos así en parte porque tenemos razón para apurarnos y preocuparnos. Pero entiendo que las mujeres estamos priorizando mal y no nos animamos a enfrentarlo. Es que no podemos cambiar sólo nosotras, para que cambie una parte, también tiene que cambiar el resto.

Elbio dijo...

Dicen que 4 ojos ven más que 2.
En realidad, 4 ojos ven un entrevero de objetos superpuestos y desenfocados.

Isabel dijo...

Cómo sugieres que debería ser nuestro vínculo con la realidad?
Trato de responderme y pienso que, tal como tú dices, sería mejor que aceptáramos los hechos como son. No distorsionar la realidad puede ser de gran ayuda, y como dice Elbio con el ejemplo de los ojos, si vemos claro no tropezamos y caminamos mejor.

Oscar dijo...

Me resulta difícil congeniar el placer con la realidad. Para mí la realidad siempre ha sido bastante displacentera.

Marcia dijo...

Sonia sólo piensa en los roles tradicionales de las mujeres. La madre de la foto no está cocinando, ella hace manualidades con sus hijos.
Salirse de los roles tradicionales es algo que también debe hacer la mujer para zafar de la pobreza patológica.

Alicia dijo...

Al contrario de lo que opina Marcia, yo creo que las mujeres deberíamos volver a los roles tradicionales, que son aquellos para los que nos ha provisto la naturaleza desde hace miles de años.
Nuestra sobervia nos hace creer que cada generación puede venir y romper con todo lo anterior. No es así, nada es nuevo bajo el sol. Modelos educativos y de organización de la familia se repiten cada tanto y siempre saltan más o menos las mismas grandes dudas. De todos modos creo en el progreso; es como un espiral, volvemos a estar en el mismo punto de la elipse pero un poquito más arriba.

Enrique dijo...

El alma, la psiquis o el espíritu, son productos de la materia organizada de una manera tan compleja, que quizás nunca deje de maravillarnos.
Al morir, los elementos rompen filas y vuelven a estados más simples de existencia.
La tierra es maravillosa porque permite que crezcan los árboles, muchos de nuestros alimentos, las flores, el oro negro o petróleo y tantas otras cosas. Todo se transforma, pero eso que llamamos alma, pertenece (como plantea el Licenciado) a la organización compleja de la materia.
Cuando el 70% de nuestro cuerpo -que como sabemos es agua- se va al cielo, puede que se transforme en un rabo de nube.

Roque dijo...

Claro que sí! Lo que piensan las mayorías debe ser examinado con sumo cuidado, porque no es lo mismo una minoría excéntrica que cuando se viene el malón.

Damián dijo...

Es interesante el tema de las mayorías y el de las minorías.
Quizás por una cuestión de predominio de fuerzas, nos guiamos por las mayorías. Una mayoría protestando puede llegar a ser insoportable. También sucede que nadie tiene por qué creerse dueño de la verdad, entonces un criterio posible es tomar como verdad aquello en lo que coincide la mayoría.
Pero las minorías también son atendibles. Por ej, es una minoría la que sobrepasa el límite medio de inteligencia. Los más preparados, conocedores y cultos, también son una minoría. Quienes poseen más poder, también son una minoría. Por todo esto, las minorías son peligrosas y pueden generar hechos más dramáticos que una inspirada mayoría.

Rulo dijo...

No sé por qué. Es una certeza que me llega de no sé dónde. Estoy seguro de que para superar la pobreza patológica, lamentablemente, habrá que trabajar menos.

Jorge dijo...

Hay una tendencia mundial a trabajar menos horas; se ve con mayor claridad en los países desarrollados.
Además no olvidemos que en casi todo el mundo se prohibe el trabajo infantil. Por otro lado, se pagan horas extras, se otorgan licencias por enfermedad, estudio, maternidad, seguros de paro, etc.
La industria del entretenimiento crece; crece el turismo, y como contrapartida crecen también los vicios porque muchos de nosotros aún no estamos preparados para gozar del tiempo libre.