Hoy pensé la siguiente reflexión:
1) Algunas personas puede estar siendo muy influenciadas por el doble significado del vocablo humilde.
Efectivamente, cuando decimos que alguien es humilde, podemos estar queriendo decir dos cosas bastante diferentes:
a) Que es sumiso, obediente, dócil, manso, carente de engreimiento o vanidad; o
b) Que vive en la pobreza, modestamente, con escasos recursos materiales.
2) Ingresar en la cultura nos da trabajo, nos impone restricciones, hasta podría decirse que nos mortifica.
Quienes no pueden hacerlo, terminan comportándose de tal manera que la sociedad los juzga, condena y castiga.
En los institutos correccionales (prisión, penitenciaría, reformatorio, hospital psiquiátrico), es habitual que a los internados se los obligue a realizar tareas humillantes (1).
El objetivo manifiesto de este procedimiento reeducador, se basa en la creencia según la cual, los actos antisociales derivan de un exceso de arrogancia, egoísmo y narcisismo.
3) La prestigiosa institución mundial por todos conocida como Alcohólicos Anónimos posee un texto de referencia titulado Doce pasos y doce tradiciones.
Nada menos que el primer Paso dice: «Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. »
Esta no es otra cosa que una declaración de humildad.
Conclusión:
i) Nuestro idioma confunde docilidad con pobreza material. Los confunde porque resume en un mismo vocablo (humildad), ambos conceptos.
ii) Como consecuencia de esta confusión provocada por una ambivalencia lingüística, es razonable proponer que algunas personas prefieren soportar las carencias materiales en vez de moderar sus impulsos narcisistas.
Cuando digo «prefieren», quiero decir (basado en la premisa de que el libre albedrío es una mera ilusión), que «no pueden evitar» las carencias materiales porque tampoco «pueden evitar» ser arrogantes, orgullosos, vanidosos.
O sea, la cultura nos exige ser humildes. Los que no pueden lograrlo en su carácter, terminan siéndolo en lo económico.
(1) La humillación terapéutica
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12 comentarios:
Como diría De Pablo: "no es humilde, digamoslo con todas las letas: es POBRE". Para mí, se confunde el término humildad, con la carencia material, para ponerle un nombre menos chocante para la sociedad, pues es algo que existe, pero que de cierta manera no se quiere ver.
Jesús enseña que debemos ser humildes de corazón para ponernos en sus manos.
Casi todos los vocablos tienen más de un significado, de ahí que al comunicarnos producimos reminiscencias en el receptor, que van más allá del significado que le damos a una palabra.
La palabra "rico" por ej. nos habla de riqueza material y espiritual, de comidas apetitosas, de belleza, de simpatía.
En los cuentos clásicos, belleza y riqueza van asociadas; las brujas siempre son feas y andrajosas, viven en chozas, no en palacios, y preparan unos mejunjes asquerosos.
Sumiso, obediente, dócil, manso y engreído, son palabras que significan cosas distintas.
No olvidemos la existencia de otros institutos correccionales temibles: las casas de salud para ancianos y enfermos psiquiátricos.
Los pobres somos dóciles cuando se trata de esperar a que nos atiendan en el hospital.
Cuando la humildad de carácter no la traés incorporada desde chico, es muy difícil llegar a entenderla y adoptarla. Si fuiste siempre arrogante, lo más posible es que no te des cuenta. Cuando te dicen que se debe ser humilde, tú dirás "por supuesto, así soy yo", pero no es nada fácil aprender a ser humilde de carácter. Implica una manera de ver a los otros que es de igual a igual, que por lo tanto lleva implícita la simpatía y la facilidad para encariñarse con otros. No es una forma de ver desconfiada, persecutoria; es una forma distendida de sentir. Creo que son pocas las personas que disfrutan de esta forma de ser.
Cuando entendí que comenzamos la mañana viendo al sol por el este y terminamos la tarde viéndolo por el oeste, se engrosó mi cuenta bancaria.
La incomunicación es otra estrategia que se utiliza en las instituciones correccionales, para dejar en claro quien es el que manda y quien el sometido.
Yo estoy siendo muy influenciado por mi doble personalidad.
Me parece que quienes no se sienten mejores que nadie, en realidad se sienten peores que todos. Con una buena autoestima es imposible no sentirse mejor que la mayoría, al menos mejor que la mayoría de las personas que tratamos (no de los genios famosos, ahí nos sentimos exageradamente inferiores) por más equivocados que estemos -. Digo que es imposible no buscarle la vuelta para ubicarse un poco por encima de las personas que tratamos habitualmente, porque ese autoengaño nos proporciona el mínimo de seguridad que necesitamos para funcionar.
Humildemente pido que me juzgue la Historia.
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