Me referiré a las tribulaciones filosóficas a las que se ven enfrentadas algunas personas. No todas: sólo algunas.
Primera interrogante del niño: «¿Seguiré vivo o moriré?»
Primera respuesta a la primera pregunta: «Lo que me preocupa es no sufrir».
Segunda interrogante del niño: «¿Cómo hago para no sufrir?»
Segunda respuesta a la segunda pregunta: «Los adultos son tan poderosos que no sufren. Para no sufrir, tengo que ser como «ellos»».
El niño, enfrentado a esta preocupación —cuya gravedad e importancia es igual o mayor que la que puedan sentir algunos por una tercera guerra mundial—, trata de tranquilizarse inventando hipótesis, construyéndose creencia con los conocimientos que tiene y la capacidad inventiva que le tocó en suerte (talento).
Cuando piensa en «ellos», primero se refiere a los padres, pero a medida que va creciendo —y constata que crecer no disminuye la exposición al dolor—, comienza a pensar que no es la adultez, sino la estatura.
Una vez confirmado que tampoco es la estatura, piensa que lo que realmente evita el dolor, es el poder económico. Entonces piensa: «Tener dinero es la clave para no sufrir».
«El talismán (objeto mágico, amuleto, fetiche) que «nos libra de todo mal», es el dinero».
Y con esta conclusión, observa que ese instrumento (el dinero calmante de todo mal) es el que le ha dado al padre el poder suficiente para resolver el problema más apremiante: acostarse con la madre … pero eso es imposible por la misteriosa, sigilosa y ominosa, prohibición del incesto.
Acostarse juntos, como hacen «los que tienen dinero» (los padres), es lo más deseado, pero él corre mucho riesgo de sufrir un castigo.
En suma: (este grupo de hombres y mujeres, piensa que) … la solución para evitar el dolor, es privarse tanto del dinero como del deseo (incestuoso).
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7 comentarios:
La hipótesis que expone es muy redondita. El problema es que para quien no está familiarizado con el psicoanálisis, debe resultar disparatada y extrañísima.
Pienso la importancia que debe tener para los niños pequeños, recibir muchos mimos de sus padres. Me refiero a muestras de afecto que incluyan el cuerpo, como caricias, abrazos y besos. Probablemente ayude a sobrellevar la prohibición del incesto de manera menos dramática.
Me parece que Leticia no toma en cuenta que la prohibición del incesto tiene ser lo que es, una prohibición. Si se entra en una situación ambigua, es probable que el psiquismo no se estructure adecuadamente.
El poder seduce porque es el remanente que nos queda de la atracción primera hacia los padres, a quienes el niño visualiza como omnipotentes.
Creo que en general el niño no piensa la muerte como un momento doloroso, algo que puede seguir a un padecimiento. Llega un momento que sí entiende _ en la segunda infancia _ que la muerte es la separación definitiva, pero no se interroga acerca de la enfermedad y el dolor, salvo que haya padecido enfermedades que lo llevaran a pensar sobre dichos aspectos.
Se me ocurre que un adolescente puede elegir estudiar el mismo oficio o carrera que alguno de sus padres porque así se siente más seguro para ingresar al mundo adulto.
Si mis padres no terminaron la educación formal básica, son pobres, desprecian la posesión de bienes materiales, entonces para ser poderoso como ellos y poder enfrentar la vida (y la muerte) debo parecérmeles. Esta idea vendría a abonar la propuesta que ud hacía en un artículo recientemente publicado, donde proponía que nos alejáramos paulatinamente de aquellas personas y grupos de pertenencia que nos aferraban a la pobreza patológica. Todavía no sé como ponerlo en palabras, pero algo debo fallar en esta tería. Se siente como algo brutalmente agresivo y deshumanizado. Por otro lado, los nuevos afectos que podamos desarrollar hacia otras personas, no creo que puedan sustituir a los que perdemos.
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