La psicopatía es propia de muchos seres humanos «normales» pero se
vuelve problemática en períodos de crisis económica.
El cerebro humano quizá sea el único que
padece de incertidumbre. Para compensar esta característica perjudicial, quizá
sea el único que puede creer en Dios
Son ‘acción y re-acción’ complementarias:
primero sufrimos con la incertidumbre y después creamos la existencia de Dios
para aliviar la ansiedad resultante.
En el terreno de la salud mental, por un lado
observamos que algunas personas hacen cosas insólitas que nos inspiran temor,
para tranquilizarnos salimos a buscar explicaciones, la ciencia nos satura con
datos, estadísticas, teorías, opiniones, pero si a alguien se le ocurre
profundizar apenas un poquito, descubrirá, lleno de pavor, que la ciencia no
está segura de nada.
Lo único que nos queda entonces es aferrarnos
a una ilusión, a una fantasía que en definitiva nos ayuda. Las religiones
aportan la compañía de otros creyentes igualmente angustiados y entre todos nos
consolamos, nos damos ánimo y hasta nos olvidamos de los problemas.
Muchos pueblos están padeciendo una profunda
crisis económica desde hace varios años.
En épocas como esta la angustia y la
desesperación se convierten en campo propicio para que emerjan con su mayor
esplendor nuestros clientes, competidores, jefes y compañeros de trabajo
psicópatas.
Por supuesto que la ciencia nos dirá que la
psicopatía es un trastorno de personalidad que se manifiesta por una pérdida de
escrúpulos y las religiones nos dirán que son «ovejas descarriadas que Dios pone en nuestro
camino para probarnos», pero ¿qué hacemos con un acosador, con una brillante
manipuladora, frente a un competidor que no reconoce los riesgos, con una
compañera de trabajo que sólo respeta sus códigos personales?
Lo que
hacemos con ellos es lo mismo que hacemos con cualquier otro fenómeno natural
adverso: guarecernos para sobrevivirlo.
(Este es el Artículo Nº 2.087)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario