El dinero es el equivalente a todo el esfuerzo que
hicimos para ganarlo, pero lo gastamos sin recordar cuánto nos cuesta.
Hasta hace 30 años, la mayoría de los casinos
permitían que los apostadores de ruleta compraran fichas o que pusieran
directamente los billetes sobre los números elegidos.
Más de una vez, los crupiers debieron aclarar
situaciones confusas porque, naturalmente, los billetes son todos iguales y más
de un avivado quiso figurar como propietario de un billete ganador en perjuicio
de quien realmente lo había apostado.
Finalmente, cortando por lo
sano, quedaron prohibidas las apuestas de dinero en efectivo: solo pueden
usarse fichas con valor de dinero, pero que son diferentes para cada jugador.
¿Qué se logró inesperadamente?
Que los apostadores jugaran más y más, según dicen, porque las fichas parecen
objetos sin valor económico mientras que tirar billetes sobre el paño verde
provocaba una mayor sensación de riesgo.
Pero el asunto no para ahí.
¿Qué es el dinero en realidad?
El dinero es sudor, esfuerzo
físico y mental, levantarse temprano, fatigarse, recibir órdenes irritantes,
pelearse con algún compañero malhumorado, no poder jugar con los hijos,
desplazarse desde la casa hasta el lugar de trabajo durante miles de horas en
la vida, disminuir las reuniones familiares y con los amigos por falta de
tiempo y de energía.
En suma: el dinero es todo lo
que nos cuesta ganarlo.
Igual que nos ocurre en los
casinos, donde se juegan fichas de vistosos colores en vez de billetes de
banco, cuando cobramos nuestro salario no tenemos presente cuánto tuvimos que
hacer para ganarlo.
La memoria sirve para recordar
y también para olvidar. Tenemos una memoria útil, porque recordamos lo que no
deberíamos volver a vivir y placentera pues olvidamos lo desagradable.
Gastamos nuestro dinero
irracionalmente porque olvidamos cuánto nos costó ganarlo.
(Este es el Artículo Nº 2.081)
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