Desde la Revolución Industrial, los asalariados
desvinculados del producto final del trabajo, malgastan el dinero porque pierden
noción de su valor.
En otro artículo (1) les
comentaba que podemos caer en la pobreza por no saber administrar nuestro
dinero.
Un eficiente motivo para no
saber administrarlo es no saber qué son esos papelitos tan bien dibujados (los
billetes). Si apenas conocemos su
equivalencia práctica (un papelito azul es igual a tres litros de leche vacuna,
por ejemplo), difícilmente podremos hacer un manejo más sofisticado.
En el artículo mencionado les
comentaba cómo en los casinos obligan a los apostadores a canjear su dinero por
fichas, logrando de ese modo que los jugadores pierdan, lo más rápidamente
posible, la noción del patrimonio que ponen en riesgo de ser perdido (¡y ganado
por el casino, por supuesto!).
Algo similar ocurre cuando
visitamos otro país.
No podríamos asegurar que el
presidente se comporta como el dueño de un casino favoreciendo la confusión de
los visitantes. Sin embargo ocurre algo similar cuando el turista, para poder
transitar por el país que visita, debe canjear la moneda que traía (muy
conocida para él) por la moneda local (que desconoce).
Los turistas suelen gastar más
de lo que pensaban, entre otros motivos, porque no calculan acertadamente
cuánto significa en su economía esa moneda extranjera que desconocen.
Algo similar aconteció con la
Revolución Industrial, ocurrida en el siglo 19 en Iglaterra, que puso fin al feudalismo.
Las máquinas que remplazaron
la manufactura (manu-factura = hecho con las manos) provocaron, entre otros
fenómenos, que los obreros perdieran contacto con lo que fabricaban. Dejaron de
entender que el dinero que ganaban correspondía al mueble, al tejido o al
utensilio que habían construido.
Los asalariados, al
desvincularse del producto final del trabajo, malgastan el dinero porque
pierden noción de su valor.
(Este es el Artículo Nº 2.082)
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