El sistema educativo de cada país determina, en los
estudiantes, a qué estímulos responderán cuando se conviertan en trabajadores.
Si escuchamos lo que hablan
quienes buscan trabajo tendremos la impresión de que los empleadores son malas
personas, explotadores, esclavistas, abusadores, avaros, desmesuradamente
exigentes, y adjetivaciones similares.
Si escuchamos lo que hablan
quienes buscan trabajadores, tendremos la impresión de que estos son malas
personas, holgazanes, pretensiosos, que
quieren cobran mucho y no hacer nada, que viven faltando sin aviso, que los
viernes se emborrachan de tal manera que ni siquiera el lunes se presentan
sobrios, que rehúsan capacitarse, que están alentados por los gremialistas para
descender la productividad, y adjetivaciones similares.
Correspondería abstenernos de
tomar posición porque, desde sus respectivos puntos de vista, los dos tienen
razón, así como también están equivocados. Lo que sí es cierto es que ambos
tienen intereses diferentes, pero carecen de suficiente curiosidad para
averiguar si la otra parte tiene o no algo de razón.
Podría decirse que los centros
de estudio son el preámbulo adecuado para un determinado futuro laboral.
Quienes estudian donde el
régimen predominante es el de premios y
castigos, quedarán mentalmente prontos para desempeñarse en lugares
de trabajo donde, el régimen predominante, también sea el de premios y castigos.
Por el contrario, quienes estudian donde predominan los
estímulos, y los castigos son una rarísima excepción, quedarán mentalmente
prontos para desempeñarse en lugares de trabajo donde el régimen predominante
también sea el de estimular, alentar, desafiar, ayudar, colaborar.
En otras palabras: el sistema educativo determina ante qué
tipos de estímulos el futuro trabajador tendrá una respuesta satisfactoria.
Los ciudadanos suelen no darse cuenta cómo son tratados
pues, generación tras generación, han recibido las mismas técnicas pedagógicas
y suponen que esas son las únicas disponibles. Por eso el régimen
estudiantil-laboral tenderá a perpetuarse.
(Este es el Artículo Nº 2.098)
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