Hace un par de siglos que suponemos alegremente que la muerte quizá sea evitable, que no tenemos que ser tan pesimistas como para tenerla en cuenta.
En filosofía también existen las modas.
El mundo occidental estuvo reflexionando durante siglos acerca de la muerte pero a partir del siglo 18 se produjo un cambio de rumbo.
Ya durante el siglo 19 nuestra cultura se encuentra abocada a no pensar más en la muerte y comenzó a pensar en la ciencia como el instrumento eficaz para conservar la vida.
Este cambio en las preferencias reflexivas también incluyó un desplazamiento del interés por la religión al interés por la medicina.
Como se puede observar, estos cambios en la moda filosófica no son radicales: siempre hubo gente interesada en la medicina y conservamos algo de religiosidad. Lo que cambio es el énfasis, la predominancia, el interés de la mayoría.
Por lo tanto el pensamiento que está en el aire que respiramos desde que nacimos cada uno de los que seguimos vivos, es que la muerte es un desenlace evitable, o por lo menos eficazmente postergable.
Con este formato cultural, es lógico que aquella devoción que nuestros antepasados sintieron hacia los sacerdotes, hoy la tengamos hacia los médicos.
Si evitar la muerte es un objetivo racional, popular, inteligente, entonces organicemos toda nuestra vida para evitarla (o postergarla, si correspondiere).
Como no quiero excederme de las 300 palabras que tienen mis artículos, corto por lo sano y digo: esta filosofía es un reverendo disparate porque la muerte es un fenómeno inevitable con el que tenemos que contar para organizar toda nuestra vida.
Ese límite existe, todo lo que tengamos para hacer (desarrollarnos, reproducirnos, disfrutar) está encerrado en un entorno de tiempo. Nada es eterno. Las postergaciones son exactamente una pérdida de tiempo, de vida, de oportunidad.
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12 comentarios:
Podemos caer en el autoengaño de confundir la postergación con la búsqueda del momento adecuado para algo. Son cosas muy distintas. La postergación es fruto del conflicto interno, cuestiones que no terminamos de resolver y nos dejan estancados. Buscar el momento adecuado conlleva un dominio de nosotros mismos que nos permite conseguir un objetivo determinado.
En realidad organizar no podemos organizar nada, porque podemos morir en cualquier momento. No se trata de organizar, sino de no perder el tiempo.
No sé Humberto; a mí me parece inevitable y bueno que organicemos nuestra vida. Planificar a grandes rasgos, me refiero. Tener una perspectiva de futuro te da energía como para encender el motor.
Para vivir hay que meterse en la vida, lo que se le dice "comprometerse". Para algunos comprometerse es una gilada, vale más el "no te metás". A veces no hay que meterse, es cierto. Pero en terminos generales, para vivir hay que meterse. Por lo tanto no queda otra que equivocarse; "el que se tira al agua que se moje". El premio es la intensidad, estar vivo y sentirlo. Es no pasar por la vida sin sacarle provecho. Es generar cosas.
No habrá que tener tanto miedo de hacer daño. Podemos llevar un genocida en potencia, pero casi siempre anda apasiguado. Se trata de no morir "como lagartos, medio ocultos tras un sombrero de espanto". Ni ansiar ser querido y justamente interpretado por todos.
El compromiso puede pasar por varios lados. En algunos podrá ser político, en otros religioso, o familiar, o ambientalista, o profesional... "cada quien es cada cual". Se trata de vencer la rutina de la supervivencia. Ir un poco más allá. No ser como la mayoría de las gaviotas "que vuelan entre casa y comida".
Ay! qué lindo estar así al solcito, entre los brazos de tu hombre, en una hamaca paraguaya, medio adormecidos.
Antes pensábamos en la muerte como el pasaje a una vida mejor. Hoy creemos que la muerte puede aplazarse hasta que no nos importe más vivir. Mejor sería pensar a la muerte como el límite que nos permite 'ser en el mundo'.
Ciertamente, un día la muerte será evitable. Pero está claro que no vivimos en ese día.
Nosotros ya dejamos clara nuestra postura cuando criticamos la forma de vida de Natalio Ruiz.
Una vez quise aprovechar la oportunidad. Iba en ómnibus y vi desde la ventanilla lo que buscaba. Entonces a los empujones llegué a la puerta trasera. Traté de bajar, pero era el último y la puerta se cerró dejando la mitad de mi cuerpo afuera. Entonces esa mitad de mi cuerpo se dio contra un auto que estaba estacionado y me le caí arriba. Y después caí en la calle y otro auto que venía me pasó por encima. Entonces yo quedé muerto y los enfermeros hablaban. Pero después alguien dijo "no miren está vivo, está vivo!". Y vino un médico con alas blancas que me hizo unas cosquillas y yo comencé a respirar de nuevo. Entonces viví otra vez. Pero qué pasa; como siempre no me creen. Ni aún en estos días que ya se viene la Pascua... No, no me creen.
Espere! No corte por lo sano. Espere un momentito que ya guardo mi pene.
Dicen que es cierto. Hubo un rey que se las ingenió para engañar a la muerte. Construyó un palacio con cientos de habitaciones, y cada día dormía en una distinta. Así fue que la muerte lo anduvo buscando, sin dar nunca con él. Hasta que un día se cansó y fue por sus hijos.
Ahora me doy cuenta porqué mi prima recicló el altarcito de la virgen. En la pequeña cuevita puso una imágen del Dr. House.
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