sábado, 25 de septiembre de 2010

Es muy rico (sin dinero pero con Kétchup)

Aunque suene trágico, «somos concebidos para morir».

Luego de aquel hermoso momento en que papá y mamá fornicaron como poseídos por el demonio, quedaron exhaustos, quizá sin respiración, sin habla, sin una gota de energía para acariciarse, mirarse embelesados o decirse palabras de amor, un óvulo fue penetrado por el espermatozoide más atrevido, agresivo, violento, invasor, desconsiderado, competitivo, impiadoso, carente de todo tipo de escrúpulos.

Cuando fuimos embarazo de mamá, provocamos distintas reacciones. No todas felices.

Casi nunca hablamos ni especulamos sobre cómo fuimos gestados, esperados, aceptados, rechazados.

Parecería ser que —en la etapa de la civilización que estamos—, aún preferimos ser fruto de una inmaculada concepción y nos cuesta imaginar que alguna vez nuestros padres desearon matarnos, antes o después de nacer.

Pero algo debemos de saber porque en nuestra psiquis conviven ideas de vida e ideas de muerte.

Los temores a la muerte, que se nos presentan bajo la forma de angustia por perder a un ser querido o cualquier otra cosa que nos parezca de vital importancia (derechos, empleo, prestigio), contienen esa semilla de muerte con la que nacemos para que algún día —lo más tarde posible— germine.

Hace tiempo publiqué un artículo (1) en el que les comentaba que algunos pobres patológicos, no desean ser «ricos» porque este adjetivo también significa «sabroso».

Esta equivocación inconsciente, los hace huir de una condición que los pondría en riesgo de vida: ser comidos, devorados, tragados.

Algunas personas también son pobres patológicos por la razón opuesta, esto es, desean ser «ricos», sabrosos y devorables.

Cada vez que tienen dinero, los vemos abocándose a pésimos negocios, prestando dinero que saben incobrable, haciendo obsequios caros y demás actos, que en su inconsciente son imaginados como que otros los devoran, los apetecen, se alimentan con su cuerpo nutritivo y delicioso.

(1) ¡Hola bombón!
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10 comentarios:

Ingrid dijo...

Se ve que hacemos un uso peligroso de las metáforas.

Carolina dijo...

Pobre espermatozoide... simplemente fue más fuerte y más rápido.

Diana dijo...

Es frecuente que las posesivas madres italianas, les digan a sus hijos que los encontraron en la basura. El niño hace pucheros, entonces la madre lo abraza y le dice que era una bromita y lo llena de mimos.
Los laberintos del amor...

Magdalena dijo...

Mientras no se traspasa cierto límite, es sano comportarse de forma tal que estimulemos el amor en los otros.

Luisa dijo...

La semilla de la muerte germina y al poco tiempo se revela como enredadera.

Martín dijo...

Como duermo mucho mi madre me dice que no quiero vivir. Yo quiero vivir, sí, pero vivir en los sueños.

el oriental dijo...

Acá somos muy afectos al asado. Ser rico es sólo para valientes.
Seguro que entre vegetarianos desarrollaría todo mi potencial.

Yoel dijo...

La convivencia entre las ideas de vida y las ideas de muerte no es fácil. Las primeras hacen mucho barullo, mientras que las segundas desean la paz de los sepulcros.

Santino dijo...

Por las dudas voy a eliminar de mi repertorio todos los piropos que hagan referencia a la comida.

Andrés dijo...

Que mi madre haya querido matarme en algún momento, lo entiendo. Lo que no soporto es imaginarme esa noche de lujuria conceptiva.