Hacer regalos constituye una acción imperialista de baja intensidad...
... entre otras cosas. También existe el placer de intercambiar sorpresas, el gusto por demostrar nuestro afecto de alguna manera tangible.
Pero no debemos perder de vista que cuando hacemos un obsequio también estamos pretendiendo que el receptor de nuestra ofrenda haga algo con ella (usarla, mostrarla, comentarla), todo lo cual es una forma de gobernar sus actos e interferir con sus gustos.
Muchos beneficiarios de nuestras atenciones hace caso omiso a nuestra secreta intención pero la mayoría cede a nuestra sutil imposición.
Como socialmente es obligatorio interpretar un regalo como un gesto digno de agradecimiento, no podemos esquivar la actitud invasiva que lo acompaña.
8 comentarios:
ME OPONGO FURIOSAMENTE A ESTE DISPARATE. COMO VA A DECIR QUE DAR Y RECIBIR REGALOS ESTÁ MAL Y QUE NO SE QUE MAS. ¿NO ESTARÁ LOCO UD?
Mi hija no es así, no importa que hayas recorrido 5 veces la Feria de Villa Biarritz para buscar "la blusita esa que me recopó", si le queda un poquito grande o no le envocaste con el color te dice con total desparpajo " que pena mami, no le embocaste, pero ya que vas a cambiarla, sabés que ando precisando unos vaqueros ..."
Estoy de acuerdo con Mieres en que los regalos generan fallutería, ponen en compromiso, quitan libertad, nos hacen perder dinero. El problema es que ¡son tan lindos!
Había un cura lejano que hablaba del valor sacramental de algunos objetos. Mi madre, con un criterio un poco más superficial, opinaba en el fondo lo mismo. No te puedo decir lo que era el fondo de casa. Estaba lleno de objetos sacramentales (la primer pelela de c/u de nosotros, rosarios de chupetes, los patines de rulemanes, la chata de la difunta abuela que en paz descanse, etc. etc.) Un buen día el fondo se defondó de tanta cosa que tenía puesta y los objetos sacramentales comenzaron a invadir los roperos, el cuarto de baño, la sala de estar. Esa tendencia incontenible nos deparó momentos acuciantes: hasta la muerte de mamá tuvimos que vivir abajo del puente del Parque Rodó. Pero mamá murió feliz. Su casa estaba pletórica de objetos sacramentales
Es muy cierto y legítimo el gusto por intercambiar sorpresas. Mi hijo me regaló para mi cumpleaños un cachorro de pointer irlandés, porque mi pequeño deseaba mucho tener una mascota. Dado que vivimos en un espacio reducido, tuve que enfrentar la situación con mano firme. Para su cumpleaños le regalé un tigrecito de bengala. Lamentablemente ambas mascotas no lograron un estado de convivencia aceptable. El pointer se convirtió en cena del felino, justo la noche de Hallowen. Con mi hijo decidimos donar el tigre a Villa Dolores. Ahora nuestro pequeño apartamento es mucho más habitable.
El Rulo no sabe valorar los regalos. Por eso pensé que la única forma de regalarle algo que no perdiera, intercambiara o vendiera, era regalarle un tatuaje. El otro día estaba durmiendo la siesta y llamé a mi amigo el veterinario. Lo durmió con una anestesia como para caballos y ahí el Negro le tatuó mi eterno regalo: un corazón con una frase adentro que dice: "Yesika Figueroa es y será la mujer de mi vida"
Cuando se jubiló mi marido le regalé un reloj de oro. Era todo un símbolo, significaba que de ahora en más disfrutaríamos un tiempo de oro juntos, sin niños que criar, ni obligaciones laborales. Pero el gordo me desconcertó, en lugar de usarlo y exibirlo frente a sus amigos, lo guardó en el Banco. Le dije que era sólo un reloj, muy bueno, pero un objeto al fin, que lo disfrutara estos últimos años de su vida. El muy hijo de puta me respondió que como ambos estamos en nuestros últimos años de vida, podía serle útil para pagar el Servicio Fúnebre, en caso de que yo muriese antes.
Nunca, nunca, se lo voy a perdonar!
La semana pasada se casó una amiga. Cuando llegó el clásico momento de tirar el ramo de flores, me agarró distraída y justo fue a caer entre mis manos. Todas mis amigas me felicitaban y saltaban de la alegría.
¿Será cierto que si te toca el ramo te casás? ¿En ese caso,cómo se deshace el hechizo? ¡Ayúdenme por favor, estoy desesperada!
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